10 de marzo de 2021
Cooperación, solidaridad y ¿COVID-19?
La pandemia de la COVID-19 ha demostrado simultáneamente la fragilidad y la necesidad del multilateralismo. ¿Pueden la ONU y la OMS salir fortalecidas de esta situación?
Directora de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales.
Candidata a doctor por la Universidad Externado de Colombia y la Universidad de São Paulo, magíster en derecho y relaciones internacionales y especialista en cooperación internacional.
@PaulaXRuizC | paula.ruiz@uexternado.edu.co
El 26 de febrero de 2021 fue aprobada por unanimidad una histórica resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que hace un llamado a la cooperación y a la solidaridad para el acceso equitativo a las vacunas; asimismo, insta a un cese al fuego para que las vacunas puedan llegar a la población en zonas de conflicto. Sin embargo, a pesar del optimismo que se podría vislumbrar sobre el futuro del multilateralismo, la pandemia ha puesto al descubierto que en el sistema internacional sigue predominando la ley del más fuerte. La solidaridad y la cooperación por sí solas no son suficientes sin una verdadera voluntad política, y la voluntad política dependerá de los beneficios asociados que traiga el cooperar.
Un mes antes de la aprobación de la resolución 2565 (2021), ante la junta ejecutiva de la Organización Mundial de la Salud (OMS), su director Tedros Adhanom Gebreyesus criticaba abiertamente el egoísmo de los países ricos, cuyas negociaciones bilaterales con las farmacéuticas obstaculizan los esfuerzos de la OMS por garantizar el acceso a las vacunas y acelerar la distribución en países pobres mediante el mecanismo COVAX.
Los acuerdos hasta entonces celebrados habían beneficiado a 49 países de ingresos altos, que ya tenían 39 millones de dosis de vacunas garantizadas, mientras que las negociaciones que adelantaba la OMS se movían a un ritmo más lento, que, según proyecciones realizadas, requieren de 2 mil millones de dosis. Pero, de continuarse las negociaciones a puerta cerrada entre países y farmacéuticas con los que cuenta COVAX, se pone en riesgo el plan de inmunización extensiva contra el Covid-19, que espera completarse en 2022.
No obstante, el 26 de febrero la situación dio un giro: la resolución impulsada por el Reino Unido y aprobada por unanimidad por los 15 miembros del Consejo de Seguridad (CS) de la ONU hace un llamado a la cooperación y a la solidaridad para el acceso equitativo a las vacunas. Esta es una resolución por demás histórica, no solo por ser la primera que pone el tema en la agenda del CS, dándole un reconocimiento de amenaza mundial, sino incluso porque en términos políticos hubo un acercamiento entre China y Estados Unidos, que a lo largo de 2020 no lograron ponerse de acuerdo ni siquiera en la redacción de resoluciones que hicieran un llamado a la acción colectiva.
Pero, tras la victoria de Biden, podría decirse que hay un cambio más que evidente tanto en el discurso como en la forma como se concibe la lucha contra el coronavirus. El actual gobierno de Estados Unidos le da nuevamente la batuta del manejo de la situación a la OMS para que se ocupe de lo que le corresponde por mandato, y se compromete a colaborar con la iniciativa COVAX.
Si bien se vislumbran vientos de cambio, esto no logra apaciguar la preocupación del director de la OMS, para quien dicha resolución no abordó temas de fondo, como, por ejemplo, la exención de propiedad intelectual de las vacunas. Esta es una propuesta que han venido liderando India y Sudáfrica y que, a la fecha, cuenta con el aval de 90 países en desarrollo. Con esta iniciativa se busca reducir los costos de producción e incentivar la transferencia de conocimientos y de tecnologías, lo cual garantizaría una verdadera y equitativa cooperación, pero se enfrenta a la negativa de la Unión Europea. Este grupo de países, debido a los problemas de suministro de la vacuna de AstraZeneca, contempla imponer medidas que garanticen acuerdos estrictos de confidencialidad y de exportación fuera de la Unión, lo que deriva en una verdadera tensión para la OMS y su acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19.
Estas reflexiones derivan en dos ideas finales. La primera es que, a un año del inicio de la pandemia, el mundo dio claras muestras de resiliencia y adaptación gracias a los avances tecnológicos y científicos de las últimas décadas. Prueba de ello es que, diez meses después de iniciada la pandemia, fueron desarrolladas con relativo éxito cuatro vacunas, pero, por otro lado, los ciudadanos quedamos a merced de decisiones desconectadas de los mandatarios, en las que priman los intereses nacionales sobre los globales.
Lo cual conlleva a una segunda idea y es que los escasos resultados positivos que dichas decisiones pudieron llegar a traer en algunos lugares, de nada servirán sino se logran acuerdos más decisivos y colectivos, por lo que tal vez, si vemos el vaso medio lleno, esta resolución, que pide una mayor cooperación mundial para facilitar el acceso a la vacuna contra la COVID-19 en áreas de conflicto, sea un primer paso para el retorno del multilateralismo.