10 de septiembre de 2021
Greenpeace: cincuenta años de una voz perturbadora
"se destaca la manera en la que Greenpeace, sin ser perfecta, sí ha permitido no sólo la denuncia de ciertas prácticas ejecutadas por el Estado y otros actores, sino también la creación de un movimiento alrededor de la protección medioambiental".
Docente investigador de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Coordinador del área de relaciones internacionales de los programas de pregrado. Candidato a doctor por la Universidad Externado de Colombia, magíster en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos.
@RafaPinerosA | rafael.pineros@uexternado.edu.co
Se ha convertido a través de los años casi en un axioma, reflexionar sobre la importancia e influencia del estado en la disciplina de las relaciones internacionales. Su participación, en efecto ha sido determinante para la toma de decisiones y, durante una buena parte de la historia de la disciplina, las explicaciones teóricas y conceptuales, así como la actuación misma de aquellos, se convirtió en la pauta de análisis que daba respuesta a los problemas internacionales más importantes. No es más sino ver definiciones como el dilema de seguridad o la interdependencia para darse cuenta de la influencia del Estado.
Aunque lo anterior ha sido cada vez más contrastado y criticado, hoy quisiera reflexionar acerca de la importancia de la inclusión de nuevos actores y de la influencia que ha tenido Greenpeace, que cumple este año cincuenta años de existencia, en las relaciones internacionales.
La inclusión de nuevos actores en esencia es positiva por varios motivos. Primero, facilita comprender desde perspectivas diferentes a la estatal un mismo suceso. Segundo, contrasta la posición del Estado y sus instituciones frente a los intereses de otros actores, como las empresas o los individuos. Tercero, evidencia la percepción que en otras regiones se puede generar respecto a un asunto particular; en otras palabras, nos da una perspectiva geo cultural situada en la que, los debates sobre medio ambiente, por ejemplo, generan respuestas diferentes en Europa, África o América Latina.
Un entorno que se transforma
Poco a poco la preeminencia del estado comenzó a transformarse a mediados del siglo XX. Primero, el fortalecimiento del multilateralismo, con organizaciones de carácter global como la ONU y sus diversas agencias asociadas fueron un impulso necesario en varias direcciones: Por un lado, reconstruir las pertrechas economías destruidas de Europa y Asia después de la segunda guerra mundial y, por otro, a partir de fortalecer los mecanismos de diálogo y concertación multilateral como medio para superar las diferencias ideológicas y políticas.
En esa misma línea, la ampliación del multilateralismo a foros regionales como la Unión Europea (UE), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) o la Unión Africana (UA), tan sólo para nombrar algunos ejemplos, se convirtieron en un elemento dinamizador de las relaciones a nivel regional. Su trayectoria e importancia varían en función de las atribuciones que los Estados, voluntariamente, les han permitido realizar, destacando sin duda el proceso europeo como uno de los más dinámicos e influyentes.
Así las cosas, tanto las cuestiones globales como regionales han encontrado un dinamismo y mayor convivencia entre Estados y Organizaciones multilaterales. Si bien los primeros dan vida a las segundas, éstas pueden desempeñar roles que complementan o mejoran la actuación del estado y, en otras, lo superan.
Un dinamismo individual y colectivo
Otra forma en la cual fue desafiado el monopolio estatal y con ella su influencia en la escena internacional fue la mayor participación de la sociedad civil. Esta no se caracteriza por ser un actor homogéneo como el estado, que tiene una serie de atribuciones “generales” en las que la defensa del territorio, la protección de la población y de las instituciones, son funciones traspasables de unos a otros sin importar si son pequeños, medianos o grandes.
La sociedad civil nace de la convergencia de interés particulares, en ocasiones muy loables, en otras menos, con diversos objetivos entre los que se puede destacar la protección del medio ambiente, medidas de cuidado para animales en vía de extinción, la denuncia de atropellos por parte del estado o la defensa de posturas ideológicas, políticas o morales.
Desde los años setenta, la sociedad civil se ha venido erigiendo como una voz -en ocasiones con voto- con legitimidad y capacidad creciente de actuación. No se trata de que haya nacido en esa época, pues sindicatos o partidos políticos datan de varios siglos atrás. Lo que sí le dio un impulso fue el nacimiento, expansión y fortalecimiento de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s), al darles un reconocimiento global, que ponía en entredicho al Estado y su manera de actuar. En otras palabras, la sociedad civil en general y, las ONG´s en particular son una forma de combatir la tiranía, la concentración de poder, la desigualdad y la falta de oportunidades, así como el vehículo que, en palabras de Mary Kaldor, permite negociar y renegociar los contratos sociales al interior de la sociedad.
Greenpeace: Cincuenta años de lucha
Lo primero que estacaría es el momento de su nacimiento, es decir, en plena Guerra Fría cuando las diferencias entre Estados Unidos y la Unión Soviética se llevaban toda la atención. No es un hecho menor porque las denuncias sobre pruebas nucleares que efectuaban las superpotencias fue uno de los primeros leitmotiv de la organización. Justamente, en 1971, se opusieron a las pruebas subterráneas que en la isla de Amtchitka, Alaska, se llevaron a cabo sobre nuevas armas de destrucción masiva. Acá podemos observar su razón de ser, en el sentido que una organización canadiense, se oponían directamente a las prácticas estadounidenses que ponían en riesgo los ecosistemas naturales, desatando lo que hoy conocemos como el movimiento ecologista.
No sólo fueron las prácticas nucleares, sino otras como la expulsión de desperdicios al océano, la denuncia de la contaminación nuclear, las autorizaciones otorgadas a la caza ilegal de ballenas y otras especies marinas, entre otras. Hoy las actividades de Greenpeace cubren un amplio abanico de prácticas ejecutadas por Estados y por compañías privadas.
Algunas críticas
Esta ONG puede ser vista desde diversas perspectivas. Por un lado, como un grupo de hippies que ponen en riesgo los negocios y la interdependencia económica. Por otro, como una voz crítica capaz de mostrar y elevar denuncias incomodas sobre las prácticas llevadas a cabo por otros actores.
Una de las críticas más agudas se ha centrado en la gobernanza y los procesos internos. Se han denunciado prácticas poco democráticas, jerarquías que reflejan juegos de poder internos y poca democracia en las decisiones internas. Además, sobre el grueso de sus denuncias, se ha esgrimido que es un discurso viejo al que le hace falta investigación científica más que retórica.
En efecto, con un presupuesto anual que se compone en un 97% de donaciones individuales, ha sido también blanco de críticas por posibles pérdidas en su gestión, malos manejos o conductas financieras poco apropiadas.
Una ventana abierta
Uno de los elementos que se destacó con esta entrada fue la necesidad de incluir otras voces, otros actores en el análisis de lo internacionales. La preeminencia del Estado comenzó a ser desmontada desde hace algún tiempo con la participación de otros, como organizaciones multilaterales o voces de la sociedad civil.
En ese sentido, en el cumplimiento de sus bodas de oro, se destaca la manera en la que Greenpeace, sin ser perfecta, sí ha permitido no sólo la denuncia de ciertas prácticas ejecutadas por el Estado y otros actores, sino también la creación de un movimiento alrededor de la protección medioambiental. En el sentido más amplio, ese grupo se convirtió en una voz perturbadora, incómoda pero altamente influyente en los asuntos globales.