16 de mayo de 2022
Corren vidas tras una pelota
Análisis de las condiciones de trabajo en las obras para Qatar 2022.
Erli Margarita Marín-Aranguren
Profesora Titular Universidad Externado de Colombia. Investigadora del CIPE-FIGRI.
Una copa que no es un juego me pone a pensar sobre lo que hacemos como deporte, hobby o negocio.
De un lado está el deporte de los 90 minutos: del otro, está la afición a la que le dedicamos nuestro tiempo de ocio para divertirnos: solo mirando. Pero también está el negocio de millones de dólares que se mueven para hacer la fiesta del fútbol y, también los millones de las apuestas que nadie controla.
Estoy haciendo referencia a la Copa Mundial de Fútbol. La copa de la Federación Internacional de la Asociación de Fútbol. La Fifa, como muchos la reconocen. Aquella que se creara, en mayo de 1904, con la intención de unificar las normas del fútbol y convertirlo en un juego mucho más sencillo y atractivo.
Este año, la cita será en Qatar. Y se espera que también sea uno de los eventos deportivos internacionales con más prestigio. Para ello, el país árabe ha emprendido las renovaciones del estadio Jalifa y la construcción de 8 estadios más, entre otras obras para que los aficionados del mundo disfruten del deporte; sea los turistas que mueve la industria del deporte y los demás que viajan colateralmente. Una ventana de oportunidad para miles de trabajadores que optan por migrar allí, ante las posibilidades de encontrar empleos que requieren habilidades específicas como saber de jardinería o trabajar con soldadura. Solo para mencionar algunas de las demandas que mueve el sector de la construcción, que es de los que más mano de obra requiere. De hecho, en Qatar, el 90% de ellos son trabajadores migrantes.
No obstante, desde el 2010, cuando se anunció la nueva sede, se han generado una suerte de inconvenientes que empiezan con las acusaciones de soborno y que, a menos de seis meses del evento deportivo, hoy ocupa espacio en algunos medios de comunicación (BBC, France24, The Guardian, El Colombiano, etc.) y, muchas páginas de internet de organizaciones de la sociedad civil (como Amnistía Internacional [AI], Fundación para la Democracia, Confederación Sindical Internacional) que hacen veeduría y denuncia sobre las nuevas esclavitudes, ad portas del juego.
El gobierno de Qatar trata de traslapar lo que sucede en su territorio con informes sobre el mejoramiento de las condiciones laborales y haciendo énfasis en que la copa se jugará del 21 de noviembre al 17 de diciembre, para evitar las altas temperaturas que se alcanzan en la época estival en ese país. La Organización Mundial del Trabajo menciona la importancia de la ley y de la participación de los trabajadores para evitar accidentes lugar de trabajo, reducir enfermedades y lesiones profesionales. Posiciones tibias ante las ocho formas de esclavitud denunciadas por AI, que incluyen trabajo sin pausa en temperaturas superiores a los 50 grados centígrados, privación de agua, confiscación de pasaportes, hacinamiento para trabajadores, salarios inferiores a los prometidos, entre otros.
En este país del oeste de Asia, que solo tiene frontera terrestre con Arabia Saudita y que está bañado por el Golfo Pérsico, los migrantes de India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Pakistán, Filipinas y Kenia son vulnerados desde hace mucho. Ellos llegan por las promesas de altos salarios, pero pronto las condiciones laborales no alcanzan los mínimos de un trabajo decente e incluso mueren en cumplimiento de tareas forzadas que terminan adelantando. Incluso al papa Francisco, en el Vaticano, le han llegado informes de la situación, pero la situación empeora. Ya se cuentan más de 10.000 migrantes que han muerto en suelo qatarí, solo por querer trabajar en la coyuntura de la Copa Mundial de Fútbol.
Es increíble que ello suceda y que no se tomen cartas en el asunto, a pesar de que el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 8, justamente, hace referencia a un empleo pleno y productivo y a un trabajo decente para todos . Uno de los 17 objetivos que la humanidad ha fijado para lograr el cambio. Uno de los que permitirá alcanzar la agenda 2030. Y qué decir de la búsqueda del ODS 5, en un país islámico. Valga retomar el caso de la economista mexicana quien, trabajando para el Comité Supremo de la organización del mundial, fue condenada a 100 latigazos y 7 años de cárcel y a quien le propusieron casarse con su agresor, para evitar tal castigo.
Es hora ya de reconocer el sportswashing pues no es la primera vez que algunos gobiernos lo utilizan y los medios se centran en la “cara bonita” del deporte para dejar que el “lado oscuro” siga sin ser visto. Los Juegos Olímpicos, en China, tanto del 2008, como los de 2022 estuvieron empañados por la vulneración de los derechos humanos. La Copa Mundial en Brasil y la que se jugó en Rusia, para solo mencionar los más recientes, siguen a pesar de algunas protestas civiles, algunas denuncias más formales que tampoco prosperan.
El control social, el accountability social, la veeduría ciudadana hay que emprenderla tanto para las organizaciones como la Fifa, el Comité Olímpico Internacional, los estados, los gobiernos y las mismas empresas que patrocinan olvidando que paralelamente se han comprometido con el Pacto Global, con los ODS y, en general, dicen ser Socialmente Responsables.
En las redes sociales así como en distintos medios de comunicación tradicionales hemos visto que el Jurgen Klöpp no pidió aumento de sueldo para renovar contrato con Liverpool. El único requisito que solicitó para la renovación de su contrato, fue que todos los miembros de su staff SÍ obtuvieran un aumento en el salario que perciben. Además, le pidió a la directiva que aparecieran en la foto de la firma de renovación para que recibieran los créditos que se merecen.