24 de febrero de 2020

De Óscares y Parásitos

Jaime Franco, profesor de relaciones internacionales de FIGRI, analiza la importancia del premio Óscar a la mejor película otorgado a la coreana Parásito. ¿Se mezclan en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas los intereses económicos y políticos con los criterios artísticos?

Jaime Franco

Profesor de relaciones internacionales de FIGRI

@jaimefranco.art | jaimefrancog@gmail.com | http://www.jaimefrancog.com

Crecimos acostumbrados a recibir lo que dicta Hollywood y su afamada Academia como palabra de dios. Es hora de que comencemos a romper ese paradigma.

Desde que se instauraron en 1929, los premios Óscar fueron concebidos para contribuir al desarrollo de una, ya para entonces, bastante consolidada industria del entretenimiento. Si bien es cierto que desde los primeros años se habían hecho películas con valores artísticos y que algunos directores desde dentro del stablishment habían contribuido a forjar los valores del séptimo arte, Hollywood era principalmente eso: una industria del entretenimiento que ofrecía divertimento a precios asequibles al gran público. “Al pueblo pan y circo” habían dicho los emperadores romanos y esa máxima ha sido una verdad de a puño que los grandes estudios han sabido cumplir a cabalidad a lo largo de su historia y es válida hoy más que nunca gracias a la falsa democratización que nos ofrecen las redes sociales.

Hollywood ha sido la principal fábrica de sueños y nos ha vendido todas sus estrellas con el más eficaz sistema de mercadeo que ha penetrado todos los rincones del planeta, permitiendo que hasta en el más recóndito pueblo de cualquier país tercermundista podamos encontrar un afiche Tom Cruise en Mision Imposible o de Silvestre Stallone como Rocky Balboa en la película homónima que recibió el Óscar en 1977.

La importancia real de un Óscar

Grandes películas, actores y directores, que a todas luces ocupan lugares indispensables en la historia del cine, nunca fueron invitados a recibir la codiciada estatuilla y, por el contrario, películas que hoy se consideran en amplios círculos como anodinas e insulsas han recibido el Óscar y récords en nominaciones. No es este el espacio para hacer el inventario y tampoco quiero dejar de reconocer que en sendas ocasiones películas magníficas e imprescindibles del séptimo arte también han pasado por la alfombra roja.

Es además sabido que detrás de la fachada de los premios y su tan publicitada ceremonia se mueven intereses económicos y políticos que siempre han influido en el veredicto. En los últimos años hemos visto que la postura de la academia anti-republicana, y por sobretodo anti-Trump, ha influido en algunas nominaciones y premios. En anteriores ocasiones se ha sentido por el contrario el tufillo anti-iraní o pro-israelita. En cada caso podemos intuir quien maneja los hilos detrás del poder teniendo en cuenta un marco de evaluación más amplío dentro de la geopolítica.

El Óscar sorpresa

Este año ha causado gran sorpresa el hecho de otorgar por primera vez el máximo galardón a la mejor película a una cinta de habla no inglesa. Parásito, del director Coreano Bong Joon-no, hablada en coreano y producida en Corea ha tenido este privilegio. Ya en anteriores ocasiones habían sido directores extranjeros con temas ajenos a los países anglosajones quienes habían logrado ese galardón pero con películas habladas en inglés y producidas por los grandes estudios que tiene asiento en Hollywood. (Baste recordar como en años recientes dos premios a mejor película fueron obtenidos por películas dirigidas por Guillermo del Toro y Alejandro González Iñáritu. En este caso dos directores mexicanos, con películas hechas muy a la medida de Hollywood).

Hay quienes sugieren que un nuevo sistema de votación ha permitido que Parásito se alce con la más preciada de las estatuillas. Esto es parcialmente cierto y para explicar el porqué de esta afirmación es necesario saber primero cómo se lleva a cabo esta votación.

En toda su larga historia siempre han votado por los Óscares solo los miembros de la Academia. Es un privilegio que detentan cerca de 8.000 personas quienes están inscritas en cada una de las ramas de la realización de películas, a saber: actores, productores, directores, fotógrafos…etc. Solo los actores votan por el mejor actor, solo los directores votan por el mejor director y así sucesivamente; y gana cada categoría quien obtenga una mayoría simple en una única votación. Pero desde el año 2009 se ha implementado un sistema nuevo y algo complejo para elegir la mejor película.

La de la mejor película es una categoría abierta: votan todos y no gana como mejor película aquella que obtenga más votos si en una primera votación no sobrepasa el 50 % de ellos. De no ser así, como suele ocurrir, se vuelve a votar sacando del listado de nominadas la que en esa ocasión ocupó el último lugar. Este procedimiento se repite hasta que una película obtenga más de la mitad de los votos. La analogía perfecta la ofrece el ciclismo en una prueba que se hace en el velódromo en la que en cada vuelta eliminan al corredor que cruce de último la raya. Es un proceso de eliminación en el que se premia la regularidad y en el que el ganador final no tuvo que estar al frente de la prueba la mayoría del tiempo….solo tuvo que evitar ser el último en alguna vuelta.

Premio a la regularidad

Al igual que en el ciclismo, Hollywood ha optado por premiar la regularidad considerando que es más democrático y que recoge una mayor satisfacción en el grueso del jurado. Pudo ser que Parásito no obtuviese la mayoría de los votos en ninguna de las votaciones salvo en la votación final. De esta forma probó ser la película con la mayor regularidad y diría yo- haciendo una analogía inevitable -siendo la película más regular.

A mi parecer es una película regular y sobrevalorada por la cantidad de premios recibidos que la colocan en una posición intocable. No puedo decir que sea una mala película, es simplemente regular. “Regular tres cuartos” se dice coloquialmente en nuestro país cuando algo apenas sobrepasa la media.

Una historia que podía haber tenido algo importante en términos de la crítica social y haber aportado algo al debate actual sobre la marginalidad se convierte en una comedia ligera en la que todo parece arreglado para complicar las cosas y al final decir muy poco.

Novedad monótona

Para muchos se presenta como una película novedosa en la que se mezcla cierto rigor fílmico e impecable fotografía con situaciones inverosímiles y tragicómicas propias del cine de serie B. No creo que ese logro permita superar la falta de profundidad en la elaboración de personajes y lo orquestado que al final resultan todos los acontecimientos. El contraste en los escenarios que propone seguramente logra hacer atractiva una historia de aspiraciones insatisfechas en clases marginales versus la monotonía y asepsia con que vive una familia exageradamente rica en una casa que sin lugar a dudas es magnífica pero que por sí sola no hace una película.

A partir de un momento, y gracias a la repetición de un mismo mecanismo, la película cae en una monotonía de la que parece no pudiera salir sino con el recurso de giros tan inesperados que se tornan no solamente inverosímiles sino igualmente pobres y artificiosos. “A mal Cristo mucha sangre” reza un proverbio español que en este caso se ajusta perfectamente pues, al parecer, no pudo encontrarse otro recurso para resolver el enredo en que se metieron sus personajes que en una íntima carnicería en una muy pulcra cámara lenta. Todos elementos efectistas que nos dejan otra vez con el sinsabor de personajes pálidos e historias ligeras.

A mi entender se trata de una película regular, que no supera muchas de las películas orientales (japonesas o coreanas) que en varias oportunidades hemos podido apreciar en estas latitudes. Es una película para el entretenimiento en un vuelo de avión que finalmente reúne los elementos que se requieren para recibir un Óscar, que es a su vez el más regular de los premios cinematográficos otorgados hoy en día y de cuya hegemonía es ya hora de que empecemos a sacudirnos.

Imagen: The Conmunity – Pop Culture Geek from Los Angeles, CA, USA / CC BY


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