15 de diciembre de 2021

El intermarium: la región de guerras calientes con implicaciones estructurales

La estrategia de forzamiento por parte de Washington y de Londres alimenta las guerras calientes que buscan, en últimas, infundir nuevos límites estructurales entre los polos de poder.

Manuel Alejandro Rayran Cortés

Docente de relaciones internacionales de FIGRI – Magister en Ciencias Políticas orientadas a las relaciones internacionales con especialidad en Diplomacia y Resolución de Conflictos de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.

@ManuelRayranC | manuel.rayran@uexternado.edu.co


Durante las últimas semanas, la región “entre mares” o también conocida como el Intermarium, ubicada entre los mares Báltico y Negro que se extiende desde Estonia (al norte), a Rumanía y Bulgaria (al sur), hasta el Cáucaso (al este), ha estado en la palestra pública y en la agenda política de Moscú, Washington y Bruselas por dos sucesos: el primero, los dos mil migrantes atrapados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia que buscan llegar a la Unión Europea; y las tensiones entre Ucrania y Rusia que preceden desde 2015 cuando este último anexó Crimea a su territorio.

Este núcleo geográfico, que hace algunos años era el “borde territorial” de conflictos entre Alemania y Rusia, y que ahora es entre Estados Unidos y Rusia, sigue dictaminando el juego geopolítico entre las potencias, mantiene su carácter desafiante para Moscú, y conserva su naturaleza de guerra caliente alimentada por guerras frías o estructurales originadas por las rivalidades entre los centros de poder del sistema internacional.

Entonces, las actuales tensiones presentadas en la zona del Intermarium son motivadas por dos razones subyacentes: primero, la resistencia de Moscú por aceptar que países de su antigua influencia ingresen a la esfera occidental y se amplíen así las líneas rojas de seguridad entre Estados Unidos y Rusia. Y segundo, las divisiones entre Francia y Alemania, por un lado, y el Reino Unido y Estados Unidos, por el otro, por establecer una estrategia conjunta para tratar las tensiones con Rusia y el entre juego geopolítico que genera la fragmentación al interior de la Asociación Oriental*.

Estimular guerras calientes para infundir nuevos límites estructurales

Seguido de la caída del muro de Berlín, la reunificación de Alemania fue un tema de preocupación para la Alianza Trasatlántica ya que esta tendría consecuencias en el balance de poder en Europa y en la nueva estructura de seguridad del continente. Sin embargo, estas inquietudes fueron resueltas con el Tratado Dos más Cuatro de 1990 cuando el presidente Gorbachev y el ministro de relaciones exteriores rusos, Eduard Shevardnadze, acordaron que la reunificación de Alemania se daría dentro de la OTAN, siempre y cuando esta última no extendiera sus tropas hacia los países de la antigua Unión Soviética y respetara su zona de influencia. De esta manera, Moscú dejó claro que no toleraría que las líneas de seguridad se ampliaran y acorralaran a su país por parte de Occidente.

Es por lo anterior que la solicitud de Ucrania, Georgia y Moldavia para pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN como miembros plenos de estas organizaciones prende las alarmas de Moscú, pues el Kremlin entiende que si este cambio sucede estaría acorralado por misiles de Occidente, lo que obligaría a Putin a movilizar sus misiles de corto y mediano plazo, originando, de nuevo, una crisis de los misiles como se vivió en Cuba en 1962 y en Europa entre los años de 1970 y 1980.

En ese sentido, este tipo de acciones son arriesgadas porque buscan que las guerras calientes, las cuales se han mantenido en el tiempo, de baja intensidad y demostrando elementos innovadores para las futuras confrontaciones bélicas, instauren espacios para reestablecer límites estructurales creados desde la caída de la Unión Soviética, lo que recrearía, por lo tanto, un ambiente de desconfianza y una carrera armamentística.

Ahora bien, la visión y respuesta de la Alianza Trasatlántica a la solicitud de Ucrania, Moldavia y Georgia, por un lado, al igual que a la situación de los países de Europa del este, por el otro, no es unificada, lo que demuestra que entre los aliados históricos occidentales existe una nueva fragmentación y les permite a los países miembros de la Asociación Oriental plantear estrategias diferenciadoras con cada país de Europa y Estados Unidos.

En el caso de Francia y Alemania, el motor de Europa comparte dos creencias que deben ser tenidas en cuenta en esta situación: la primera hace referencia a que la ampliación de la Unión Europea y la OTAN afecta la seguridad del continente y refuerza la agresividad rusa; y la segunda apunta a que no es el momento más adecuado para dar estas discusiones y tomar decisiones de tal trascendencia porque la Unión Europea pasa por un tiempo de turbulencia interna y otra estructural; de ahí que, Paris y Berlín tienen la necesidad urgente de mejorar su funcionamiento y reforzar su legitimidad en las sociedades que la componen luego del Brexit y el aumento del populismo de derecha que busca desintegrar la organización supranacional.

De acuerdo con lo anterior, Francia y Alemania plantean mantener su relación especial con la Asociación Oriental; mejorar las relaciones internas entre los países miembros ya que el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por la zona de Nagorno-Karabaj las afectó; mantener los cinco principios que guían la relación con Rusia establecidos en 2016; y reforzar el Cuarteto de Normandía creado en 2014 para resolver el conflicto en Ucrania. Esta visión y estrategia, claro está, no es del agrado de Ucrania, Georgia y Moldavia; de ahí que, con ayuda de Polonia, están buscando un mayor compromiso y respaldo de Washington y Londres.

De acuerdo con lo anterior, Estados Unidos y Reino Unido tienen una perspectiva y estrategia distinta a la de Paris y Berlín, pues su visión apunta a ser más asertiva con los movimientos de Rusia en la frontera con Ucrania y los límites entre Polonia y Bielorrusia, como se evidenció con el movimiento de tropas británicas a la frontera polaca. De igual manera, busca forzar a la alianza franco-alemana a que asuma una posición más contundente hacia Moscú y se desligue de sus relaciones con Rusia, objetivo difícil de materializar por la relación entre Alemania y Rusia con la construcción del gasoducto Nord Stream 2, y la apuesta férrea de Macron para construir una mayor autonomía estratégica, pues entiende que Washington está más enfocado en la región Indio-Pacífica que en el continente europeo y por lo tanto es necesario ser más autónomo de Estados Unidos y tratar de mantener buenas relaciones de entendimiento con Rusia.

En suma, la estrategia de forzamiento por parte de Washington y de Londres alimenta las guerras calientes que buscan, en últimas, infundir nuevos límites estructurales entre los polos de poder. El problema de estos movimientos radica en que aumenta el desacoplamiento entre la Unión Europea y Estados Unidos, así como también atiza la división que se presenta entre Berlín-Paris con Londres, lo que pone en peligro la seguridad del continente. Por último, la actual situación demuestra dos aspectos fundamentales de los cambios dentro del sistema internacional. Primero, que la estructura de Occidente, materializada en el apogeo de la OTAN como una organización militar que reúne los valores políticos y morales compartidos, se encuentra en aprietos y se dispersa, mientras que paralelamente Euroasia se cohesiona. Segundo, que el Intermarium mantiene su papel estratégico en el contacto entre Occidente y Rusia, y que un cambio en este tendría graves consecuencias para la actual situación de rivalidad entre Washington y Beijing.


* La Asociación Oriental es una extensión específica de la política europea de vecindad (PEV) de la Unión Europea que busca reforzar una estrecha asociación política y de integración económica con los países de Europa oriental y del Cáucaso. Los miembros de esta asociación son Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Moldavia y Ucrania. Hasta el 28 de junio de 2021, Bielorrusia también pertenecía a esta agrupación, pero decidió suspender su participación de la organización debido a las sanciones impuestas por Bruselas por la violación de derechos humanos, la represión hacia la oposición y el aterrizaje forzado de un avión en Minsk para detener al líder opositor Román Protasevich.


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