21 de junio de 2024

Elecciones al parlamento europeo: un fantasma recorre Europa

Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la ultraderecha. Y, como todos los fantasmas, este tiene algún ingrediente de realidad, pero se compone fundamentalmente de miedo irracional. 

Las votaciones obtenidas por la extrema derecha en el parlamento europeo activaron todas las alarmas. Sin embargo, estos resultados ni constituyen un triunfo contundente de los partidos de esa línea ideológica, ni marcan una tendencia concreta en la política de la Unión Europea. 

La preocupación de fondo es la continuidad de la Unión Europea como organización supranacional y como proyecto político, y es una preocupación parcialmente comprensible: el nacionalismo antieuropeo, o al menos euroescéptico, es una de las banderas principales de los partidos de ultraderecha que lograron la mayoría de los votos en Francia e Italia, dos de las poblaciones y economías más grandes de la Unión, y que triunfaron también en Austria, Hungría y Bélgica. 

Sin embargo, no fueron los partidos de esta tendencia ideológica los que triunfaron en los 22 países restantes. En Alemania, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), un partido de centro, eligió casi el doble de eurodiputados que el partido de extrema derecha Alternativa Para Alemania (AfD). 

En España, el Partido Popular (PP) —de centro derecha — fue el primero, seguido muy de cerca por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Vox, el partido de extrema derecha de ese país, fue el tercero, con una votación mucho menor. 

Los partidos de extrema o ultraderecha coinciden en planteamientos muy básicos, aunque no totalmente coherentes. Por ejemplo, se caracterizan por ser euroescépticos, aunque, desde le Brexit y los enormes costos que este le ha generado al Reino Unido, no son abiertamente antiunión. Ahora buscan que sus países no dependan de las decisiones que se toman en Bruselas, sede de la mayoría de las instituciones de la Unión Europea. 

También son abiertamente antiinmigración, un proceso al que señalan de ser la causa de fenómenos difícilmente comprobables como el aumento de la inseguridad, el desempleo, una sobrecarga del sistema de seguridad social o incluso de la pérdida de identidad nacional o europea. 

Paradójicamente, la mayor parte de los países de Europa, incluidos por supuesto los que conforman la Unión Europea, tienen déficits poblacionales, que dificultan conseguir mano de obra, que pesan sobre el funcionamiento de la economía y que ya ocasionan el despoblamiento de regiones enteras. 

Para algunos, lo que sucedió en Francia puede ser un voto castigo en contra del gobierno actual, presidido por Emmanuel Macron, de centro derecha. De hecho, esta parece ser precisamente la interpretación que el propio Macron le dio a los resultados electorales en su país: al final de la jornada electoral, el presidente sorprendió a su país disolviendo la Asamblea Nacional —la cámara baja del congreso francés — con la esperanza de que en las elecciones legislativas de su país el pueblo francés le reitere la confianza a su gobierno. 

En Italia, por el contrario, los resultados son un espaldarazo a la primera ministra Giorgia Meloni, de ultraderecha. Con estos resultados, su gestión de poco más de un año ha sido refrendada y su gobernabilidad garantizada, al menos por ahora. 

Para entender las consecuencias reales de estas elecciones, qué tanto han cambiado la realidad política de Europa y la composición de los órganos de decisión de la Unión Europea, y el efecto que pueden tener en la política nacional de los países que la conforman, nos acompañan dos europeos, expertos en temas electorales: Eugénie Richard, de la Universidad Externado de Colombia y Yann Basset, de la Universidad del Rosario. 

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