7 de febrero de 2021
Golpe de Estado e incertidumbre en Myanmar
Gracias a al conocimiento adquirido como diplomático en la región, Andelfo García nos ofrece un análisis claro y completo del golpe de Estado en Myanmar (antigua Birmania).
Andelfo García
Ex embajador en Tailandia, concurrente en Myanmar
Myanmar apenas si ha conocido la democracia en sus 73 años de vida independiente. El control de los militares sobre la vida del país fue absoluto hasta las elecciones de 1990, en las que triunfó ampliamente la Liga Nacional por la Democracia, el partido encabezado por Aung San Suu Ki, no obstante que la misma Suu Kyi había sido sometida a arresto domiciliario desde 1989.
Esa condición de arresto domiciliario de Suu Kyi se prolongaría de manera intermitente hasta 2010. Es precisamente estando en esa condición que Suu Kyi es galardonada con el premio nobel de la paz en 1991.
El pulso entre los militares y fuerzas democráticas vuelve a alterarse años más tarde con la ola de protestas del año 2007, en las que los monjes budistas se unen a la protesta ciudadana, conocida como “revolución del azafrán”.
Debido a que Myanmar es un país de amplia mayoría budista, la protesta de los monjes aviva grandemente la presión social, lo que obliga a los militares a aprobar una nueva constitución en 2008, en la que, no obstante, estos se apropian del 25% de las curules del nuevo parlamento.
La llegada de la democracia
El panorama empieza a cambiar en favor de las fuerzas democráticas a partir de 2010 con la designación de Thein Sein a la cabeza del Estado, quien lidera ciertas medidas de apertura, que incluyeron la liberación de presos políticos.
Sin embargo, el cambio más sensible se dio en las elecciones de 2012, en las que, ya en libertad, Aung San Suu Kyi llega al parlamento.
La tendencia continúa a favor de la democratización del país en 2015, cuando la Liga Nacional para la Democracia nuevamente resulta triunfante. Como resultado, se instala un nuevo gobierno y Aung San Suu Kyi es designada como State Counsellor (una especie de Primer Ministro), cargo que desempeña al tiempo con su designación como Canciller, Ministra de la Presidencia, Ministra de Educación y Ministra de Energía.
Democracia sí, pero no para todos
El proceso de apertura se ve alterado en los años 2016 y 2017 como resultado de la agudización de los conflictos étnicos y religiosos en el Estado Rakhine, al noroeste del país (frontera con Bangladesh), estado en el que habita la minoría Rogingya, de religión musulmana.
Las acciones de la guerrilla —conocida como Ejército de Salvación Arakan Rogingya— desatan una respuesta violenta por parte de las fuerzas armadas de Myanmar, que vino acompañada del desplazamiento violento de la población, que en número cercano a un millón de personas huyó del país y buscó refugio en la vecina Bangladesh.
Desde las organizaciones defensoras de derechos humanos se empezó a cuestionar a la premio nobel Aung San Suu Kyi por su inacción frente a las atrocidades cometidas por los militares contra los Rogingyas.
La Corte Penal Internacional asumió competencia para investigar la situación y la Corte Internacional de Justicia, en virtud de la demanda de Gambia contra Myanmar, decretó medidas provisionales dirigidas a la protección para los Rogingyas en Myanmar.
En ese contexto se llevan a cabo las elecciones de noviembre de 2020 en las que la Liga Nacional para la Democracia obtiene cerca del 80% del voto popular.
El regreso de los militares
La confluencia de estos factores desencadenó una respuesta de los militares que altera una vez más el pulso entre las fuerzas democráticas y las fuerzas armadas.
En este marco, el pasado primero de febrero las fuerzas militares de Myanmar, encabezadas por el General Min Aung Hlaing, dieron un golpe de Estado, declararon el estado de emergencia por un año y detuvieron a las cabezas del gobierno, junto a dirigentes del partido en el poder, la Liga Nacional por la Democracia.
Entre los detenidos se cuentan la superministra, Consejera de Estado, líder nacional, Aung San Suu Kyi y el propio presidente Win Myint, miembros del gabinete y del partido gobernante.
La intervención militar se dio un día antes de la instalación del parlamento elegido en noviembre del año anterior, en un certamen electoral cuyo resultado, como se ha indicado, fue ampliamente favorable a las fuerzas democráticas y cuestionado de inmediato por los militares, alegando la ocurrencia de un fraude masivo.
Estos cuestionamientos, al igual que en otras latitudes, no estuvieron acompañados de investigación o prueba alguna. A esto se suman acusaciones a Suu Kyi de infracciones de las normas establecidas para hacer frente a la pandemia y sobre la supuesta importación ilícita de equipos de comunicaciones sin autorización de las fuerzas de seguridad.
A nadie escapa que se trata de un capítulo más del pulso entre los militares y las fuerzas democráticas encabezadas por la premio nobel de la paz, Aung San Suu Kyi y su partido, la Liga Nacional por la Democracia.
Nadie se aventura a predecir el curso de los acontecimientos en Myanmar, al respecto solo prevalece una gran incertidumbre.
Dos preguntas de rigor, para una segunda parte de este artículo tan ilustrativo: 1) ¿Por qué los militares se resisten tanto a ceder el poder?
2) ¿Cuáles son los principales intereses externos en Myanmar?