15 de abril de 2020
Informalidad en India y los efectos de la COVID-19
El distanciamiento social, el trabajo desde el hogar y el lavado de manos son las medidas más recomendadas en todo el mundo para hacer frente a la pandemia del COVID-19. Kelly Arévalo explica por qué estos son privilegios que puede tener tan solo una parte muy pequeña de los 1.300 millones de habitantes de India.
Becaria e investigadora del Centro de estudios y servicios sobre India contemporánea y Asia meridional (Cesicam) del CIPE y docente de FIGRI.
kelly.arevalo@uexternado.edu.co
El distanciamiento social, el trabajo desde el hogar y el lavado de manos son los privilegios más lógicos recomendados en todo el mundo.
La actual pandemia ha llegado a casi todos los países del mundo, pero cada uno tiene diferentes desafíos que enfrentar; en el caso de India, su sector informal configura el principal foco de atención. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo, cerca del 81% de la población se encontraba en 2018 en la economía informal. La precariedad laboral del país se hace más evidente si tenemos en cuenta que, según la Federación de Cámaras de Comercio e Industria de India, el 95.7% de las PYMES no se encuentra debidamente registradas.
Por lo tanto, la mayoría de los trabajadores están desempleados ahora. A esto se le suma que las autoridades están haciendo uso de la fuerza en contra de las personas que dejan sus casas para aventurarse a traer comida a la mesa. Si bien los privilegiados pueden aplaudir este enfoque, tales acciones simplemente agravan la situación de miles de ciudadanos en la gran mayoría del país. Dependiendo del trabajo, de la región y hasta de su género, la mayoría de los trabajadores informales ganan entre 100 y 300 rupias diarias ($5.100-$15.500), lo que es apenas suficiente para llegar a fin de mes. Gran parte de las familias compran alimentos semanalmente, porque es lo que sus dinámicas de ingresos les permiten.
Por otra parte, la informalidad laboral en India también está evidenciando una compleja situación de desplazamiento interno, en la que los trabajadores no solo buscan alternativas laborales en lo urbano, sino que esas oportunidades están, en muchos casos, en otros estados a cientos de kilómetros de sus hogares. Ante el actual escenario de incertidumbre, las carreteras se han llenado no solo de vehículos, sino también de caminantes que quieren estar con sus familias.
La estrategia
Entre las directrices del gobierno del Primer Ministro Narendra Modi para atender la crisis por la COVID-19, se ha ordenado un cierre total del país y se ha anunciado un fondo US$22 mil millones para los hogares más pobres de India, con el fin de garantizar su seguridad alimentaria mediante transferencias directas de efectivo.
Los gobiernos estatales también están activando ayudas y planes de atención para la población más afectada por las medidas de aislamiento. Entre las ayudas se ofrecen la distribución de alimentos gratuitos a 800 millones de familias, subsidios en efectivo de 500 rupias ($26.000) y cilindros de gas gratuitos durante los próximos tres meses, entre otros.
Si bien sus esfuerzos son bien recibidos, el problema real es la implementación y la distribución equitativa en un país tan vasto como India. Este es un momento para que el país se una —tanto los estados como el gobierno central—, para que sus esfuerzos no resulten en más pérdidas y para que se consolide un enfoque más empático del federalismo cooperativo hacia la acción coordinada entre los diferentes actores.
Los desafíos
El problema de la acción gubernamental de India nunca ha estado relacionado con la falta de planificación, sino de implementación de los esquemas. Es por esto que la gran incógnita gira en torno a la gestión de estos recursos, porque en medio de una pandemia global, en la que el distanciamiento social sigue siendo el principal antídoto, el proceso de distribución se vuelve cada vez más complicado.
En esta coyuntura, el desafío para las políticas públicas no radica en los esquemas que plantean los gobiernos, sino en no garantizar su materialización adecuada. Cabe preguntar entonces, ¿cuánto tardarán en funcionar realmente los esquemas establecidos por los gobiernos estatales?
Ahora bien, la red de seguridad social de la India es extensa y cuenta con una serie de programas para ayudar a los pobres; dentro de estos está incluido el Sistema de Distribución Pública (PDS), uno de los programas de alimentos más grande del mundo.
Para responder rápidamente a los desafíos únicos de la COVID-19, India está utilizando estos esquemas existentes y los está reformando. Sin embargo, si se tiene en cuenta que la mayor parte población india está concentrada en la zona rural, la cobertura de PDS en áreas urbanas es baja, lo que deja fuera a muchas personas que necesitan esta ayuda en los sectores urbanos.
Una de las críticas que se hizo a la decisión de cerrar los estados y entrar en una fase de aislamiento total fue que se anunció con tan solo cuatro horas de anticipación, lo cual tomó por sorpresa a muchos trabajadores que no lograron regresar a sus hogares y menos conseguir un poco de dinero para tratar de cubrir sus necesidades por tres semanas.
Como resultado, las personas que pudieron corrieron a las tiendas para abastecerse antes de que el decreto entrara en vigor, y las carreteras se congestionaron en todo el país. Este comportamiento puede resultar en un aumento del número de contagiados en zonas rurales, donde la infraestructura hospitalaria no está lo suficientemente preparada.
Otra de las externalidades del aislamiento total en India ha sido la necesidad de establecer refugios en las principales vías del país para proveer alimento, camas, atención médica y psicosocial, administrados principalmente por voluntarios y no por las fuerzas de seguridad. Por tanto, resulta complicado que las personas que se han tenido que desplazar de un estado a otro para reunirse con sus familias en sus lugares de origen se queden realmente en estos lugares mientras se esperan cambios en las medidas de prevención.
En medio de este preocupante panorama, es importante reconocer el esfuerzo que ha hecho India desde 2014 en términos de inclusión financiera. El informe Global Findex, publicado en 2018, muestra que el 80% de la población adulta en India ya tiene una cuenta bancaria, incluida la que habita en las zonas rurales.
Para alcanzar este nivel, se han lanzado medidas como la creación de una base de datos biométrica, cuentas de ahorro sencillas, transferencias directas de pagos de beneficios sociales y una plataforma de pago digital. Esta infraestructura puede llegar a configurar un eslabón importante en la ejecución de los actuales planes de contingencia, si bien es cierto que las distancias en las zonas rurales y la falta de servicio de transporte no juegan a favor de su éxito.
Conclusión
La actual pandemia es tal vez un escenario que muchos gobiernos consideraban poco probable. India no es el único país que enfrenta fuertes desafíos. No obstante, la tardía gestión de la pandemia también ha traído incertidumbre y desesperación, más aun en este país con 1.300 millones de habitantes.
La necesidad es actuar ahora. El gobierno central y los estatales deben actuar desde ya, principalmente en el sector no organizado, que es el más debilitado y en que los trabajadores se ven obligados a preocuparse más por su sustento diario que por contagiarse de la COVID-19.
Con muy pocos ahorros, las familias en las zonas rurales de India están comiendo menos, pidiendo dinero prestado y desafiando las medidas de contención del virus para salir y trabajar.
Ya han pasado varios días desde el anuncio y, pese a ser una medida de emergencia, no es claro aún cómo será su funcionamiento.
No hay duda de que lo que viene es un escenario en el que se pueden exacerbar las relaciones de independencia-interdependencia de las economías locales y globales y, en particular, la globalización y la desglobalización.
Esto no solo es válido para India. El impacto tendrá muchos matices y capas en cada país.