25 de enero de 2021
Lo que puede enseñarnos 2020
El inesperado y asombroso 2020 hizo patente la necesidad de tender puentes interdisciplinarios para explicar los fenómenos de una realidad muy compleja.
Directora de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales.
Candidata a doctor por la Universidad Externado de Colombia y la Universidad de São Paulo, magíster en derecho y relaciones internacionales y especialista en cooperación internacional.
@PaulaXRuizC | paula.ruiz@uexternado.edu.co
En estos primeros días de enero, es usual ver en redes sociales que algunos de los diarios más importantes publican editoriales tratando de descifrar lo que será 2021. Incluso lanzan la pregunta a sus lectores, o mejor aún seguidores, para que boten cada sarta de ideas y juicios, que van desde teorías de la conspiración, hasta inocentes burlas sobre lo que será la nueva “normalidad”.
Ese debate, o intercambio de ideas, me hizo recordar la tesis del diplomático y reconocido académico Edward Carr, quien gastó sus últimos años tratando de demostrar que la historia no es objetiva porque se ciñe a la subjetividad del que la cuenta. Esta es una idea que me lleva a preguntarme hasta qué punto el ser humano ha sido soberbio y engañoso en la forma como ha construido su historia y, más aún, vanidoso en creer que ya nada podrá sorprenderlo y que podrá dominarlo y explicarlo todo.
Tal vez lo que leamos en dos o tres décadas de lo que fue el año 2020 será la historia que se cuente con los vicios y subjetividades de quienes la documenten; y esa, con seguridad, será la verdadera historia, una que terminará siendo un mero antecedente o contexto en cualquier otra historia.
¿Qué nos dejó realmente 2020 y qué podemos aprender para 2021?
Para mí, desde el punto de vista de las Relaciones Internacionales, 2020 dejó hechos que ya venían de tiempo atrás, pero que tan solo se aceleraron con la pandemia. También podría ser el año del ascenso de China mientras que, contrariamente, Estados Unidos y la Unión Europea languidecían; el año en que una América Latina negligente y molesta dejó de ser un diamante en bruto; y un año en el que se nos olvidó que otras regiones y problemas existían, pues quedaron invisibilizados en los focos de las noticias importantes.
Pero seguramente, algunos saldrán a debatirlo, a contradecirlo, o a menospreciarlo. Otros sentarán su punto de vista tratando de imponerlo a partir de distintos argumentos y hasta pruebas; hablarán de que fue el año de la ciencia —porque en menos de un año se logró dar con la vacuna—, o el de la tecnología —porque nos hiperconectó como humanidad y simplificó la existencia—, o puede ser un año que, en efecto, nos dejó grandes e importantes avances en ciencia y tecnología. Cada quien juzgará.
Porque, de seguro, si cada persona a la que se le haga la misma pregunta reflexiona con detenimiento sobre ello, nos dará una respuesta que estará influenciada por su formación profesional, marcada por sus ideas, creencias e incluso su identidad. Lo cierto es que todas las respuestas terminarían siendo correctas, porque la subjetividad de cada uno es, al final, lo que le llevará a lo que considere sea su respuesta, y esa será su verdad porque es el resultado de lo que vio, leyó e incluso experimentó.
Sin embargo, lo único cierto es que con 2020 nos pasó lo mismo que con la caída del muro de Berlín: “nadie lo vio venir” y marcó un importante punto de inflexión en la historia, pero no en una historia, sino en miles de historias que empezaron a ser contadas a partir de ese hecho, y lo mismo nos ocurre hoy. El punto es que, a pesar de los avances que la humanidad pueda tener hoy, desde ninguna ciencia se podría contestar con un alto grado de asertividad la difícil pregunta que plantean los medios de comunicación en las redes sociales sobre qué nos deparará 2021.
La única certeza en un año completamente incierto
Sólo algo puede ser seguro y es que 2020 nos enseñó que los hechos debían analizarse tal y como los observamos minuto a minuto, porque todo lo que sucedía parecía más inesperado y asombroso que lo anterior.
O si no, tan solo echemos un vistazo a como inició 2021. A pocos días de comenzar el año veíamos cómo, una y otra vez, pasaban imágenes de algo que “nadie vio venir”: el Capitolio de Estados Unidos tomado por el odio, la desinformación y la mentira. Este fue un hecho totalmente inesperado que derivó en análisis y decisiones desesperadas por parte de distintos actores (públicos y privados), que nos invitan a dar verdaderos e importantes debates sobre el rumbo que están tomando las cosas y cómo cambian nuestro campo de estudio.
Hoy en día, desde el estudio de las relaciones internacionales, se pueden tender puentes interdisciplinarios para explicar lo que podría parecer inexplicable, e invitar a un verdadero análisis crítico, libre y personal. Se requiere que psicólogos, sociólogos, politólogos, internacionalistas y economistas —entre otros— trabajen de la mano para entender una creciente sociedad caracterizada por la incertidumbre, la complejidad y algo manipulada por las subjetividades de otros.
Creo que si algo nos dejó un inexplicable 2020 es la necesidad de pensar y de actuar de maneras distintas y de ser capaces de construir, entender y aceptar, no una, sino muchas historias.