12 de febrero de 2021
Biden contra el cambio climático
Desde que llegó a la Casa Blanca, Joe Biden está impulsando las medidas ambientales que propuso durante su campaña electoral. Esto, por supuesto, genera dudas sobre el impacto económico que esta nueva política ambiental puede ocasionar.
Alexis David Meza
Profesor del Seminario de Geopolítica de la Energía.
Profesional en Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, Master Business Administration UPHoenix, Especialista en Gerencia de Hidrocarburos de la Universidad Industrial de Santander.
Como Joe Biden lo prometió en campaña, la lucha contra el cambio climático será una prioridad para Estados Unidos en estos 4 años. Su llegada a la casa blanca marca en encarrilamiento del país hacia las políticas pro ambientales que abandonó Trump en su momento.
El paquete de medidas de Biden incluye disminuir la velocidad de la locomotora hidrocarburifera y enfocarse en la transformación economía con base en energías alternativas. Para marcar claramente este camino, el nuevo presidente retoma las políticas ambientales promulgadas por Obama y deja de lado la nefasta campaña Trump contra la conservación ambiental.
El primer paso en firme se evidenció con la vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París. Esto implica que ese país —el segundo emisor de CO2 luego de China— tendrá que volver a poner en marcha las limitaciones a la industria con altos índices contaminantes.
Algunos podrán inducir que se limitará en la práctica el crecimiento económico del país, pero, ya en el gobierno Obama y con estas medidas en funcionamiento, la economía estadounidense presentaba una tendencia creciente en materia de empleo y fortalecimiento de otras áreas industriales, como la manufacturera.
El segundo paso de Biden se dirigió a ordenar el Departamento del Interior, encargado de revisar detalladamente la regulación energética en cada una de las nuevas concesiones petroleras y gasíferas, con el fin de determinar si estas prácticas extractivas se llevarán a cabo bajo los más estrictos protocolos de seguridad ambiental.
Significará entonces que algunos de los grandes planes de Trump entrarán en revisión por parte de los entes de control. El caso más significativo es el del oleoducto Keystone XL, el cual sería el encargado de transportar los hidrocarburos provenientes de Canadá hasta Texas. Este proyecto cuenta en planos con un recorrido que cruza reservas naturales y que, en teoría, afectaría la vida silvestre y el equilibrio de estos ecosistemas.
La polémica sobre la explotación de petróleo y gas en el Refugio de vida silvestre del Ártico es el tercer paso de Biden en defensa del medio ambiente. El proyecto, que tenía luz verde durante la administración Trump, recibió un fuerte golpe en el último mes dado que se impusieron medidas restrictivas sobre las compañías arrendatarias que pretendían adelantar estas actividades en esa reserva natural.
Al parecer la gran presión que ejercían las grandes compañías petroleras a través del cabildeo no fue suficiente para convencer al nuevo gobierno. En este aspecto, la tarea será cuesta arriba —contra Biden— y, por lo menos por este periodo presidencial, es fácil deducir que quedará en pausa.
Así las cosas, el presidente Biden sintoniza nuevamente a Estados Unidos en la carrera contra el cambio climático. Los primeros días de gobierno han sido fundamentales para posicionar su estrategia: París, el Ártico y las restricciones a la explotación petrolera se suman a la orden de duplicar la generación de energía eólica y el cambio de la flota de vehículos federales para que sean 100% eléctricos.
Estados Unidos vuelve a ganar su espacio en el escenario de la geopolítica ambiental; la jugada estratégica de Biden armoniza las relaciones con la creciente ola verde que demuestra el aumento de poder político en todos los grandes estados.