18 de noviembre de 2020

Cese al Fuego en Nagorno Karabaj con un acuerdo de paz que se negociará sobre la marcha

Una explicación de las causas de la guerra entre Armenia y Azerbaiyán por el control de esta región y un análisis de qué tanto contribuye el actual cese al fuego a la solución definitiva de este conflicto en Asia Central.

Kelly Chaib De Mares

PhD en Derecho Internacional, escritora e investigadora en la Región del Cáucaso

Centro de Estudios Turcos y del Cáucaso (@TCaucaso)


El 27 de septiembre se reanudaron las hostilidades entre Armenia y Azerbaiyán. Durante 28 años se enfrentaron por Nagorno Karabaj, una región étnica armenia dentro de la República de Azerbaiyán, que Ereván ocupó en el proceso de disolución de la Unión Soviética. La ocupación militar fue de aproximadamente el 14% de territorio azerbaiyano, en 7 regiones circundantes, incluyendo Shusha, capital cultural azerbaiyana. Esta situación fue reprochada por la comunidad internacional, tal como se evidencia en las cuatro Resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El conflicto

No se trató de un conflicto provocado por un mal trazo de fronteras. La geografía étnica del sur del Cáucaso es tan complicada, que parte de Azerbaiyán —la República Autónoma de Nakhchivan— está aislada del resto del país por una porción de Armenia. Mezcla de culturas y tradiciones que se refleja en su mismo nombre: Nagorno proviene del ruso que significa “sobre la montaña”; puede ser traducido al español como “Jardín Negro sobre la montaña”.

Azerbaiyán, un país estratégico que sirve a occidente de fuente de petróleo y gas alterna a Moscú, aprovechó estos años para rearmarse con sus proveedores: Turquía, Israel y Rusia; para profesionalizar sus fuerzas militares; para inculcar la visión del otro como enemigo, en una generación que ha alcanzado la mayoría de edad sin recuerdos de haber convivido con armenios en términos amistosos; al tiempo que mantuvo a los refugiados en una situación de provisionalidad.

El proceso de paz liderado por el Grupo de Minsk de la OCSE estaba estancado y, sin una potencia realmente interesada en dar una solución, todos los esfuerzos por resolver pacíficamente la controversia fueron inocuos. Rusia, con una base militar en Armenia, tenía controladas las intenciones azerbaiyanas de retomar por la fuerza su territorio reconocido internacionalmente; sin embargo, el panorama cambió con la llegada de Nikol Pashinyan al poder en Armenia, mediante una revolución popular que soportó su discurso pro-Occidente.

La chispa inmediata del recrudecimiento de las hostilidades se presentó en julio de este año. Después de un brote de violencia en la línea de contacto, Turquía aprovechó para ganar influencia en la región, impulsando a Azerbaiyán a una guerra total que dejó miles de militares y centenares de civiles muertos. Con la participación activa de Ankara, preocupaba la internacionalización del conflicto. Sin embargo, lo que se vio fue el fortalecimiento de la alianza entre Azerbaiyán y Rusia, así como el surgimiento de una nueva alianza entre Turquía y Rusia, en esta ocasión, en la región del Cáucaso.

El cese al fuego

Una vez Azerbaiyán tomó Shusha, un objetivo de alto valor militar, Moscú frenó su avance hacia las regiones densamente pobladas por armenios. El acuerdo —hecho a la medida de la Federación Rusa— contiene:

i) la exigencia a Armenia devolver los territorios circundantes que Azerbaiyán no logró recuperar militarmente en los 75 días de hostilidades;

ii) la autorización para que durante los próximos 5 años (prorrogables), un contingente de mantenimiento de paz ruso opere a lo largo de la línea de contacto en el corredor de Lachin, que comunica Nagorno Karabaj con Armenia, y en un corredor que se construirá para comunicar Azerbaiyán con Nakhchivan;

iii) el derecho de los refugiados a volver a sus hogares con el apoyo de Naciones Unidas;

iv) el establecimientos de un Centro de Mantenimiento de la Paz, integrado además por Turquía, para la verificación del cumplimiento de estos compromisos.

Con estos resultados, Rusia es el gran vencedor: logra afianzar su poder en el Cáucaso, al incorporar personal militar en Azerbaiyán, la novena de las 14 exrepúblicas soviéticas externas con presencia de tropas rusas en su territorio. Turquía también gana al fortalecer su presencia en la región. El gran perdedor es, por supuesto, Armenia, país que hubiera podido ceder a esta fórmula de negociación sin necesidad del uso de la fuerza y con la participación de la comunidad internacional. Pero Azerbaiyán también pierde al recuperar territorio a cambio de comprometer su equilibrada política internacional.

Un conflicto aún por resolver

Con este acuerdo, las partes quedan aún más lejos de llegar a una reconciliación o a una paz estable. Lo que queda por aclarar son temas bastantes complejos:

  • tras la negociación, que duró unas horas en la noche del 9 de noviembre, el 10 ya estaban entrando tropas rusas a los territorios en disputa, sin términos claros para su salida;
  • no se tiene clara la conformación o la ubicación del Centro de Manteamiento de la paz, ni la participación de Turquía;
  • no se aclaran los derechos de tránsito en los corredores a los cuales las tropas rusas proveerán seguridad;
  • el apoyo referido de la ONU no fue consultado con esta organización previamente, y no se sabe a cuáles territorios podrán retornar los refugiados;
  • y lo más importante, no se resuelve el motivo que dio inicio al conflicto, no se menciona el estatus que tendrá Nagorno Karabaj.

Por el momento, la comunidad internacional es espectadora del cese de las hostilidades. La mayoría de preguntas técnicas serán resueltas en el terreno y, una vez más, el conflicto quedará congelado por los siguientes 30 años.


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