7 de marzo de 2020
Duque ante el comité israelo-estadounidense
A propósito de la visita del presidente Duque a Washington y de su presencia en el Comité Israelo-Estadounidense para Asuntos Públicos - AIPAC, Pío García, profesor de RR.II. de FIGRI, analiza la influencia que tiene esta organización en la política exterior de Estados Unidos.
Doctor en filosofía y especialista en el pensamiento y la geopolítica de Asia.
Profesor e Investigador de la Escuela de Relaciones Internacionales – FIGRI
El presidente Duque fue el invitado de honor del Comité Israelo-Estadounidense para Asuntos Públicos (AIPAC, por sus siglas en inglés) el pasado dos de marzo. El evento fue uno de los compromisos de la visita a Washington del mandatario colombiano, en una agenda centrada en la reunión privada con el presidente Trump.
Con sus raíces en el siglo XIX, el Comité es uno de los más antiguos y quizás el más poderoso grupo de influencia sobre la política exterior de Estados Unidos. De tanta importancia, como la de la Asociación del rifle en la política interna.
Su motivación inicial fue la misma del movimiento sionista internacional: la reunificación del pueblo judío disperso por el mundo y su asentamiento en un territorio propio. Se pensó por entonces en Uganda, Brasil, Argentina y Estados Unidos, entre otros espacios donde construir el nuevo Estado nacional.
Por la influencia judía sobre el gobierno británico y con la aprobación francesa, en la Declaración Balfour de 1917 se les prometió el territorio palestino, donde crearon en 1948 su Estado, lo que ha conllevado hasta el día de hoy al genocidio de la población local.
Las elecciones estadounidenses
La “democracia” estadounidense es bien particular. Posee un régimen presidencialista, sin que el primer mandatario sea elegido de manera directa por los ciudadanos. Este es escogido por los delegados que sí son elegidos por el voto popular, pero que pueden inclinar su voto a su gusto por los candidatos a la presidencia.
Así, en las elecciones de 2017, Hilary Clinton obtuvo dos millones de votos más en las urnas, pero menos delegados, quienes fueron los electores finales de Donald Trump.
Por otro lado, la contienda se convierte en la práctica en la danza de los millones. Los candidatos avanzan en la medida que reúnen los recursos suficientes para financiar las reuniones de sus seguidores y sostener la propaganda en todos los medios posibles.
Los dos grandes partidos políticos dejan de ser plataformas ideológicas para convertirse en extensas redes de recolección de auxilios privados. Quienes toman el poder devuelven los favores a través de los contratos. Para la campaña de este año, Bloomberg lleva la delantera con 460 millones de dólares en sus arcas.
El AIPAC y la política estadounidense
Con vínculos más estrechos con el Partido republicano, AIPAC es uno de los canales para la inyección de recursos a las campañas políticas al Congreso. No suele inyectar recursos propios a la campaña presidencial, pero establece el nexo con los bancos y grandes aportantes.
Integrado por empresarios judíos, su propósito central es preservar los intereses israelíes en el más alto nivel en la política estadounidense. Por eso promueve las carreras políticas no solo de republicanos sino de también de demócratas al Congreso. Se considera que hasta un 70 % de los congresistas se benefician de los favores del Comité a través de regalos, visitas de funcionarios y tiquetes y hoteles a Israel.
De esta forma, su influencia en las decisiones sobre las relaciones con Israel es directa y contundente.
Al contrario, los políticos pro-árabes o no simpatizantes con Israel sufren las campañas de desprestigio y ven, con frecuencia, frustradas sus carreras. Les sucedió a Cynthia McKinney, Paul Findley, Earl F. Hilliard, Pete McCloskey y William Fulbright, entre otros.
Los presidentes y el AIPAC
En 2015, en su esfuerzo por marcar una distancia mínima hacia AIPAC y con el apoyo del senador demócrata Richard Durbin, Obama logró la firma del acuerdo nuclear de Irán con la Agencia internacional de energía atómica. Un hito que preveía distensionar las relaciones estadounidenses con el mundo musulmán y le abría oportunidades al reconocimiento final del Estado palestino, imponiéndole algún límite a las ambiciones territoriales y geopolíticas israelíes.
La administración Trump echó por tierra esos arreglos. Pero no solo desmanteló las medidas de Obama, sino que fue mucho más allá en las concesiones que todo el tiempo Estados Unidos le ha hecho a Israel.
Lo primero fue reconocerle a Jerusalén como su capital en diciembre de 2016, en contra de las resoluciones de la ONU y de la inmensa mayoría de países que la acogen. En mayo de 2018, movió la embajada a esa ciudad.
Lo segundo fue retirarse del acuerdo con Irán, con el fin de imponerle sanciones y horadar aún más la economía de ese país, para el beneficio israelí, que necesita hundir a toda costa su rival regional.
Lo tercero fue reconocer, en marzo de 2019, la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, territorio arrebatado a Siria en la guerra de 1967. También en contra de las resoluciones de la ONU, que no aceptan no aceptan las conquistas de guerra.
Para culminar la serie de arrogancia y brutalidad para favorecer a Israel, vino el asesinato en Bagdad del general iraní Qassem Solemainí y el vergonzoso plan que, con la excusa de ayuda financiera, pretende terminar de cercar a los palestinos negándoles a perpetuidad sus derechos territoriales y de compensación por los daños, y el retorno de los refugiados.
Cualquiera se pregunta: ¿cómo puede un lobby como AIPAC haber comprometido tanto a Donald Trump, un señor que finge independencia en sus decisiones?
Bueno, no es exactamente por ahí la cosa. La razón es más familiar y tiene que ver con el papel clave de su yerno Jared Kushner, judío practicante y miembro activo de AIPAC.
Como si fuera poco, su familia posee proyectos inmobiliarios en Israel y Rusia, entre otros países. He aquí la queja demócrata contra la injerencia de Putin.
Kushner no es solo un asesor personal de Trump en asuntos internacionales, sino de la cabeza del proyecto para el sometimiento final palestino. A través suyo, el lobby israelí le habla de manera directa y permanente al mandatario estadounidense.
Un consuelo para el presidente colombiano, cuando su imagen interna está tan decaída, fue haber tenido el honor de hablarle al más poderoso lobby estadounidense.