29 de febrero de 2020

El estratega, el poder y el síndrome de Hybris

El profesor Manuel Alejandro Rayran, docente de RR.II. de FIGRI, reflexiona sobre los estrategas, los rasgos que caracterizan a un líder político y la embriaguez del poder.

Manuel Alejandro Rayrán Cortés

Profesor de relaciones internacionales de FIGRI – Magister en Ciencias Políticas orientadas a las relaciones internacionales con especialidad en Diplomacia y Resolución de Conflictos de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica

@AlejandroRayran | manuel.rayran@uexternado.edu.co

El poder y el liderazgo son elementos constitutivos para que los grandes estrategas de la escena internacional, utilizados con audacia y sabiduría, logren que sus respectivas naciones alcancen sus intereses y estar activos constantemente en la agenda internacional.

Las hazañas de los líderes políticos han despertado la inquietud en académicos, estudiantes y apasionados para profundizar sobre estos conceptos. Es así que, este escrito reflexiona sobre los juegos del poder y algunos elementos que el gran estratega debe contemplar para crear un liderazgo efectivo.

Durante décadas, el poder ha sido un tema que ha estado presente en las diferentes ramas del conocimiento de las ciencias humanas por sus impactos en el comportamiento en el hombre y en su comunidad. La disciplina de las relaciones internacionales no fue la excepción pues, desde sus orígenes, el poder estuvo en el centro de la palestra académica como un vector fundamental para explicar la vida internacional.

Ahora, si bien es cierto que persiste el pensamiento generalizado de que el poder es importante, aún falta la unicidad en su definición, cómo concebirlo, cómo estudiarlo y cómo medirlo.

Por ejemplo, para el padre del realismo, Hans Morgenthau, el poder es abordado desde lo material y es uno de los conceptos que más posee dificultad y controversia en la ciencia política; para Kenneth Waltz, es un concepto clave para la teoría de política internacional pero su definición tiene muchos problemas y aristas; y para Keohane y Joseph Nye, es un concepto esquivo y debe analizarse desde una perspectiva material e inmaterial.

A pesar de la ausencia de una definición unificada y de la amplitud con la que se estudia el poder (desde una perspectiva de identidad, objetivo, mecanismo y capacidad), no es una excusa para dejar de tratar de comprender los juegos del poder y sus impactos en la vida internacional.

Para esta reflexión, el poder se comprende como una herramienta necesaria para que el estratega logre sus fines; así que el foco principal se ubica sobre el estratega y no sobre el poder, pues los hechos históricos han demostrado que, a pesar de que un líder de un país concentre infinitas capacidades de acción, si no las sabe utilizar, de nada sirve tenerlas; así como también se ha evidenciado que líderes con poco poder logran objetivos que se consideraban inalcanzables (revisar la Batalla del Lago Peipus o también conocida como Batalla del Hielo en 1242).

Los rasgos de un gran líder internacional

Sin importar su inclinación ideológica, los grandes estrategas (Winston Churchill, Charles de Gaulle, Vladimir Lenin, Joseph Stalin, Angela Merkel, Mao Zedong, Henry Kissinger, Vladimir Putin, entre otros) tuvieron que adecuarse a una cierta forma de ver el mundo para consolidar su liderazgo y pasar a la historia, verbigracia:

  1. Dominar sus emociones
  2. Desarrollar la paciencia
  3. Aprender a ver las circunstancias y evitar clasificar los hechos como buenos o malos
  4. Perfeccionar la habilidad para abstraerse de las situaciones para reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro posible
  5. Crear aspiraciones a largo plazo y a la vez atender las necesidades inmediatas y
  6. Amplificar su inteligencia de primera clase que, de acuerdo Scott Fitzgerald, es la capacidad de mantener dos puntos de vista al mismo tiempo y seguir funcionando en la toma de decisiones; en otras palabras, lograr sacar el mejor provecho a cada postura política y tomar la decisión más sabia para seguir manteniendo su libertad.

Tras desarrollar esas habilidades, los estrategas logran entrar al juego del poder siendo capaces de establecer estrategias como, por ejemplo:

  • mantener el suspenso para desorientar a sus competidores,
  • jugar con las necesidades del otro,
  • hacer que los demás jueguen con las cartas que usted mismo reparte,
  • manipular las fantasías, trabajar el corazón y la mente de los demás, entre otras.

Es importante recordar que los líderes que deciden jugar con el poder deben tener claro que, como decía Henry Kissinger en su libro White House Years de 1979, “una vez al mando, (…) no podrán recurrir a otro capital intelectual que el que hayan acumulado en su camino hacia la cima”.

En otras palabras, es fundamental que las personas que decidan liderar un país tengan la suficiente experiencia porque será gracias a ésta que podrá orientar sus decisiones y evitar ser títeres de terceros, así como también tendrá mayor claridad en distinguir entre respetar limitaciones de sus competidores y negar su existencia a la vez.

El síndrome de hybris

No obstante, los grandes estrategas también se equivocan debido a que el poder embriaga más que el alcohol. De ahí que los líderes se ahogan en expectativas por los éxitos que han conquistado y esto los conduce a avanzar más allá de su objetivo original y terminan cayendo en picada y destruyendo lo poco o mucho que habían logrado.

Esta embriaguez del poder es conocido como el síndrome de hybris, término proveniente de la mitología griega en la que la diosa Hibris representaba la carencia de la moderación. Ahora bien, este síndrome se encuba en los líderes de cualquier ideología; de acuerdo a David Owen, ex secretario de asuntos exteriores de Gran Bretaña, hay 14 síntomas que permiten identificar si un líder esta infectado o no de Hybris. Para este análisis solo se tendrán en cuenta cinco, a saber:

  1. Inclinación narcisista
  2. Forma mesiánica al momento de hablar y exaltar lo que se hace
  3. Excesiva confianza en su propio juicio y desprecio a los consejos
  4. Desmesurada creencia en lograr las cosas personalmente y
  5. Excesiva creencia que sus acciones tienen tal rectitud moral que no es necesario estudiar costes y resultados.

Por último, invito a docentes, estudiantes y apasionados en el tema para que traten de analizar los actuales líderes políticos de la vida internacional a partir de estos criterios de liderazgo y del síndrome de hybris que he esgrimido anteriormente.

Para ello, dejo abiertas las siguientes preguntas:

  • ¿El presidente de Colombia, Iván Duque, cumple con la característica fundamental que plantea Kissinger sobre la experiencia para asumir tan elevados cargos?
  • ¿Las actuaciones del presidente Donald Trump están determinadas por el síndrome Hybris?
  • ¿Vladimir Putin ha aplicado con claridad el respeto de las limitaciones de sus competidores, pero a su vez las ha negado?,
  • ¿El presidente Iván Duque ha aplicado la inteligencia de primera clase para resolver las contradicciones con Venezuela?
  • ¿Xi Jinping, presidente de China, domina sus emociones y utiliza la paciencia como principal vector en la competencia establecida por Estados Unidos?

Imagen: Heinrich Füger / Public domain


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