24 de noviembre de 2020

El pueblo quiere que caiga el sistema 2.0: hacia la década de revueltas populares en Medio Oriente y Norte de África

Una década después de la llamada "primavera árabe", Felipe Medina hace un balance de la situación política, social y económica de una región que continúa en ebullición.

Felipe Medina Gutiérrez

Profesor e Investigador de la Escuela de Relaciones Internacionales – FIGRI

felipe.medina@uexternado.edu.co


Muy pronto se cumplirá una década de lo que algunos sectores llamaron (y continúan llamando) la “Primavera Árabe”. Si se fijan, el título de esta entrada no menciona este concepto y tampoco lo usaré en esta corta y general reflexión.

Una de las primeras conclusiones, ad portas del décimo aniversario de las protestas que fueron llamadas así, es que la lectura bajo esta etiqueta fue totalmente errónea y es un elemento que deberíamos descartar definitivamente para referirnos a los procesos de revueltas populares iniciados a finales de 2010 en la región del Medio Oriente y Norte de África.

Una segunda conclusión, vinculada a lo anterior, es que se trata de sucesos en continua transformación.

Desde finales de 2018 y durante 2019-2020, una serie de escenarios se sumaron a las voces que anhelan un cambio profundo de las realidades políticas, económicas y sociales en la región, y todo parece indicar que el patrón se mantendrá en 2021 y en los años venideros.

¡Nosotros también queremos que caiga el sistema!

Cuando mucha gente perdió el rastro a este proceso evolutivo (en 2018 con OASIS y en compañía de Marie Eve Detoeuf coordinamos un balance preliminar), la región presenció a finales de 2018 y durante 2019, entre otros, los siguientes estallidos sociales:

  • República del Sudán: las protestas populares lograron poner fin al mandato de Omar al-Bashir, en el poder desde 1989. A pesar de algunos cambios —sobre todo para las mujeres (grandes protagonistas de la revuelta)—, hay un trayecto todavía por recorrer en temas como la economía y cambios sociales. Además, muchos sudaneses ven con recelo al Consejo Soberano de Sudán, (donde los militares tienen gran influencia) pues temen un escenario similar al egipcio pos2011.
  • Argelia: la presión y dignidad popular logró que Abdelaziz Butefliqa, presidente desde 1999, abdicara impidiendo un quinto mandato. El país inició un proceso de transición política y de cambios profundos, que tiene hasta el momento como nuevo presidente a Abdel Mayid Tebboune, elegido en diciembre de 2019. Aún hay temas pendientes, como las reformas económicas y el referéndum constitucional. Sin duda, el cambio en Argelia apenas inicia.
  • Iraq: es uno de los escenarios más difíciles (más allá de Siria, Yemen y Libia). En octubre de 2019 irrumpieron multitudinarias protestas en contra de la corrupción, el desempleo y el sistema político a lo que el gobierno respondió con fuerte represión que llevó a la muerte de manifestantes a manos de las fuerzas de seguridad (situación idéntica en otros escenarios de 2011). El anhelo de cambio político incluye algo más que la sustitución de un primer ministro (por entonces de Adil Abdul Mahdi y hoy Mustafa al-Kadhimi). En el fondo Iraq también vive las secuelas de la ocupación ilegal estadounidense en 2003 y la sucesiva destrucción de la infraestructura e instituciones del país, sumado a la consolidación del Estado Islámico desde 2014 y la actividad de las diversas milicias iraquíes.
  • Líbano: contrario a lo que muchos analistas establecen, las protestas en el país se intensificaron y lograron ser de “masas” no por el tema de la religión, sino por la profunda crisis económica. De hecho, una de las características más notorias en este escenario fue la protesta contra las instituciones bancarias y el sistema financiero. En palabras de Rima Mayed, profesora de la Universidad Americana de Beirut, “nuestra lucha es de clase y no sectaria”. Por ello, en el fondo también se encuentra la crítica a la clase dirigente (que involucra a varios sectores religiosos) y con ello la oportunidad de terminar por fin con el arcaico sistema de la “Democracia Confesional” (impulsado por el colonialismo francés, tratando de mantenerse vigente hoy por hoy) e impulsar un verdadero sistema incluyente y de oportunidades para todos, sin importar su origen étnico o religioso. No por nada, los libaneses salieron a las calles con la bandera del Líbano y no con símbolos partidistas.
  • Irán: a finales de 2019 se presentaron intensas protestas y enfrentamientos en diferentes ciudades del país a causa del incremento de los precios de la gasolina. En lugar de diálogo de parte del gobierno hubo represión (con reportes de muertes confirmadas según organizaciones de derechos humanos). Sin duda, el país atraviesa por una crisis económica y la frustración por parte de muchos jóvenes, aunque en ello también hay que incluir el peso y efecto de las sanciones económicas de EE.UU. desde 1979. Las elecciones presidenciales en 2021 pueden marcar un cambio.

Todos estos escenarios no son “nuevos” sino producto de décadas de acumulación de problemas sin atender.

Egipto: ¡Hay que volver a las calles!

Tal vez uno de los casos más representativos de que las causas de las protestas nunca se atendieron es el sentimiento latente de inconformidad reflejado en Egipto en septiembre de 2019, que puso en evidencia algunos elementos:

  • Si bien se impulsaron por las acusaciones de Muhammad Ali (ex contratista del gobierno), quien señaló de corrupción y malversación de fondos al presidente Abdel Fatah al-Sisi (en el poder desde 2014), muchas personas también exigieron la caída del sistema recordando el lema con el que salieron a las calles años atrás.
  • Aunque no lograron extenderse y provocar el efecto deseado, varias conductas se repitieron, como la represión y los arrestos arbitrarios hechos por las fuerzas de seguridad; a esto se sumó el minimizar y no atender las demandas populares, que, sobre todo en el plano económico, se hacen cada vez más fuertes. Es claro que muy poco cambió (casi nada) desde 2011 en Egipto, cuando derrocaron a Hosni Mubarak.
  • El autoritarismo sigue siendo una variante tolerada por EE.UU y los principales países europeos mientras sea un “aliado”. De al-Sisi se habla poco, Muhammad Morsi, primer presidente elegido democráticamente en el país, murió en cautiverio en circunstancias polémicas por falta de atención médica y Hosni Mubarak falleció dejando un legado de impunidad por sus crímenes.

En otros países como Túnez, el “primer escenario” de las revueltas en diciembre de 2010, el año pasado estallaron protestas en varios pueblos y ciudades por razones económicas (a pesar de la tan publicitada “democracia” y transición pacífica del poder en los últimos años).

Ello demuestra que hay temas pendientes por resolver en este país del Norte de África y que, sobre todo, en muchos escenarios de las protestas de 2010 las causas siguen estando allí motivando a las personas para regresar a las calles.

¿Y con la llegada de la COVID-19?

Al igual que en Colombia, la pandemia no impidió que la gente saliera a las calles para manifestar su inconformidad y exigir sus derechos. Ello fue así particularmente en Líbano e Iraq, pero sobre todo en Israel.

El tema de las protestas en este país, desde hace varios meses, enriquece la discusión de este proceso de revueltas, pues primero, permite plantear que la ocupación israelí de Palestina no es su único problema; y segundo, que la figura de Benjamín Netanyahu no resultó tan diferente de los dictadores de la región (en 2015 inició su quinto mandato). Son los mismos israelíes los que señalan al primer ministro de corrupción (proceso en curso), mal manejo de la pandemia, crisis económica, desempleo, represión a manifestantes y especialmente piden su dimisión.

En cuanto a Palestina, se trata de uno de esos ejemplos en donde a diario hay problemas a diferentes niveles. Todos los días se vive la intifada o levantamiento popular.

El impacto de la COVID-19 en el Medio Oriente y Norte de África por el momento arroja algunos elementos:

  • A pesar de tasas “moderadas” de contagios y muertes por la pandemia (comparadas con escenarios como Estados Unidos y algunos en Europa), a largo plazo se espera que esta crisis afecte brutalmente a la mayoría de países de esta parte del mundo.
  • Esto se debe, en líneas generales, al deficiente sector salud de muchos países, pero sobre todo, porque profundizará temas que dieron origen a las revueltas en mención: crisis económica, inequidad, desempleo masivo, altos niveles de pobreza, insatisfacción popular y anhelo de un mejor futuro.
  • Además, la dependencia de esta región a los hidrocarburos, que de hecho hacia marzo 2020 presentó una baja de precios del petróleo, también es un elemento relevante que termina por afectar a países como los del golfo Pérsico, donde no son recurrentes las protestas populares.
  • Y claro, no olvidemos a las diferentes comunidades refugiadas y desplazadas en la región.

¿Y para cuándo el fin de la guerra?

Sin duda, tres de los escenarios más preocupantes y de los cuales se recibe muy poca atención son Siria, Yemen y Libia. Siendo parte de este proceso de cambio a partir de 2011, aunque con raíces en sus contextos internos, estos países descendieron en guerras que todavía permanecen abiertas y cuya solución parece distante.

  • Siria: es tal vez el escenario que “mejor” se encuentra comparado con las situaciones en Yemen y Libia. Con los acuerdos de Astana parece que estamos cerca del final de las hostilidades, pero no ante el fin de las causas que dieron su origen. El autoritarismo de Bashar al-Asad se mantiene, sobre un país destruido, con crisis económica, refugiados y desplazamiento forzado y múltiples víctimas que ha venido dejando la guerra desde 2011.
  • Yemen: en un conflicto que tiene múltiples actores (y no como algunos suelen reducirlo “al movimiento hutí, financiado por Irán contra Arabia Saudí”), siguen sin atenderse las causas estructurales de la guerra, en el marco de una transición política “secuestrada” por la intervención del Consejo de Cooperación del Golfo y el nuevo levantamiento hutí en 2014. Aquí vemos cómo la COVID-19 agudizó la situación del país más pobre de la península arábiga y de la peor crisis humanitaria en todo el mundo.
  • Libia: este escenario no es menos alarmante que los demás, pues muchos le perdieron la pista a partir de la cuestionada intervención de la OTAN y la muerte de Muammar al-Qaddafi en 2011. A partir de entonces, el país nunca presenció una etapa de transición y hoy es arena de rivalidades y enfrentamientos abiertos entre múltiples grupos armados, apoyados a su vez por potencias regionales e internacionales. Tanta es la desatención a este caso, que en Libia estamos presenciando esclavitud y venta de seres humanos en pleno siglo XXI.

¿Habrá “nuevos” escenarios?

Muy pocos se fijan en lo que sucede en el golfo Pérsico más allá del atractivo financiero. Creo que lo que sucedió en Bahréin en 2011 no puede olvidarse.

En aquel escenario, las protestas fueron cruelmente reprimidas por fuerzas de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y el Consejo de Cooperación del Golfo (nadie dijo nada, porque de nuevo “tenemos negocios”). Por más que se elimine a los manifestantes, ello no borrará los cimientos de una futura revuelta en contra del sistema en Bahréin y sus patrocinadores.

De hecho, Arabia Saudí no está exento del inconformismo y del autoritarismo. En los últimos años, y más allá de las reformas “cosméticas” del régimen, estamos ante un sistema profundamente antidemocrático.

El mundo ve con gran preocupación los graves temas de violación a los DD.HH y desprecio por la vida, evidenciado en diversos reportes de Amnistía Internacional de ejecuciones extrajudiciales y sobre todo por la impunidad reinante del caso del periodista descuartizado Yamal Jashoqyi. Emiratos Árabes Unidos, de quien poco se habla, tiene intervenciones activas en guerras intensas como las de Libia y Yemen donde las violaciones a los derechos humanos son más que evidentes.

Veremos qué sucede en el primer año de la década de revueltas populares iniciadas a finales de 2010, de las que uno de los problemas “comunes” fue la falta de liderazgo que tuviera la capacidad de transformar las demandas populares en un verdadero cambio político, económico y social.

Queda mucho por analizar. De mi parte seguiré dándole seguimiento y visitando estos escenarios cuando la pandemia me lo permita.

Y para ustedes, ¿cuál será el siguiente escenario?


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