8 de junio de 2021
¿Juego de apuestas o riesgo momentáneo? La política exterior del presidente Duque
Un análisis de los resultados que ha obtenido el actual gobierno en su manejo de las relaciones internacionales.
Manuel Alejandro Rayrán Cortés
Docente de relaciones internacionales de FIGRI – Magister en Ciencias Políticas orientadas a las relaciones internacionales con especialidad en Diplomacia y Resolución de Conflictos de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.
@ManuelRayranC | manuel.rayran@uexternado.edu.co
El pasado 7 de mayo del presente año, en medio de un paro nacional con repercusiones internacionales, el mandatario Iván Duque cumplió su día mil en residir en la Casa de Nariño; de ahí que, faltándole tan solo quince meses para que termine su periodo presidencial, es claro que ya se pueden constatar las características que marcaron su gestión en la política exterior del país.
En ese sentido, la primera singularidad por resaltar es su inmensa ausencia de prudencia, pragmatismo y pensamiento estratégico para abordar los distintos temas de la vida internacional que le competían a Colombia. La segunda particularidad es que las motivaciones del presidente Duque para la toma de decisiones son ideológicas y dogmáticas, lo que supuso re-narcotizar las relaciones con Estados Unidos, retomar el discurso de las drogas y la seguridad, dejando de lado la diplomacia para el cumplimiento de los acuerdos de paz, y centrar sus esfuerzos en sacar del poder al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
Primera mano: el cerco diplomático
En cuanto a los componentes de la ausencia de prudencia, esta reinó en la política exterior durante su mandato, debido a que el presidente Duque no supo diferenciar entre lo que es correr un riesgo —que hace referencia a perder el equilibrio de manera momentánea— y lo que es jugar apostando —que es una actitud aventurera, en la que la derrota puede conducir a problemas que pueden tener una trayectoria en espiral hasta que se salgan de control—. En ese sentido, el mandatario Iván Duque, movido por sus dogmas políticos, prefirió jugar apostando con estrategias que no tenían salida y estableciendo líneas rojas.
La primera mano de su juego de apuestas fue intentar retirar del poder al presidente venezolano Nicolás Maduro. Para eso, creó la estrategia del “cerco diplomático”, que buscaba, con apoyo de la comunidad internacional, asfixiar a Maduro hasta el punto de que tuviera que abandonar el Palacio de Miraflores. Sin embargo, y a pesar de un concierto en la frontera entre los dos países, de afirmar que “a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas”, de callar sobre la propuesta de una intervención militar de Estados Unidos en el vecino país y de apoyar a Juan Guaidó —autoproclamado presidente de ese país y quien generó polémica por su foto con líderes de la organización narco paramilitar Los Rastrojos—, solo el 31% de los países del mundo apoyó su apuesta, el presidente Maduro continúa en el poder y el fenómeno migratorio se mantiene.
El cerco diplomático, en ese sentido, se convirtió en una estrategia sin salida por dos razones: primero, cerró todas las puertas para establecer un diálogo pragmático con el vecino país y, segundo, su plan permitió crear un espacio para que países como Rusia tuvieran un mayor margen de acción en Venezuela, pues en la medida en que se fuese más incisivo sobre Caracas, mayor presencia de Moscú habría en ese país, pues no hay que olvidar que Venezuela tiene compromisos económicos con Rusia y este último no permitirá que algún cambio político en dicho país amenace sus intereses.
Segunda mano: la reelección de Trump
La segunda mano del juego de apuestas del presidente Duque fue cerrar filas alrededor del partido Republicano y la política del expresidente estadounidense Donald Trump. Esta relación estrecha se materializó en favores compartidos. El primero de ellos fue el apoyo decisivo del gobierno Duque al uso del glifosato. Sin importarle las pruebas científicas que demuestran que ese químico perjudica a los seres humanos y la naturaleza, ni los pleitos judiciales que Colombia ya ha enfrentado a nivel internacional por ese hecho, este Gobierno hizo todo lo necesario para que reactivar las aspersiones con este herbicida. El segundo gesto del presidente Duque hacia el exmandatario de Estados Unidos fue el apoyo de algunos de sus funcionarios en la reelección del candidato republicano, lo que ha afectado las relaciones con Estados Unidos, lo que se evidencia con que no ha habido hasta la fecha una llamada telefónica directa entre los presidentes Biden y Duque.
En contraprestación a estas dos acciones, el embajador de Estados Unidos de ese momento, Kevin Whitaker, gestionó un desayuno con representantes a la Cámara de Colombia y planeaba otro encuentro con magistrados de la Corte Constitucional con el fin de incidir en las objeciones a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), objetivo político que buscaba el presidente Duque y su partido el Centro Democrático desde la campaña presidencial. A lo anterior, se agregan las declaraciones por Twitter del vicepresidente Mike Pence, quien no solo pedía la liberación de Álvaro Uribe Vélez, sino que además lo catalogó de héroe. Lo grave de estas dos acciones fue que la Cancillería en ningún momento rechazó la intervención de Estados Unidos en los asuntos internos del país, que son una clara violación del artículo 9 de la Constitución Política de Colombia.
Tercera mano: la reacción frente a las protestas
La tercera y última mano de juego de apuestas del presidente Duque se ha centrado en querer recrear y presentar a la comunidad internacional una realidad distinta a lo que los lentes de las cámaras muestran sobre los abusos de la Policía Nacional en el marco del paro nacional.
La primera estrategia fue que su Ministro de Defensa y su canciller del momento, Claudia Blum, se reunieran con las misiones diplomáticas acreditadas en el país para decirles que el Estado colombiano estaba comprometido con la protección de los derechos humanos. No obstante, esta maniobra no tuvo éxito porque la violación de los derechos humanos por parte de las autoridades se agudizó; ergo, decidió realizar una pieza de propaganda en la que simulaba una entrevista en inglés para tratar de convencer a la comunidad internacional que toda esta situación era culpa del candidato que perdió las elecciones presidenciales.
Aún así, la publicidad y la reciente gestión diplomática de la vicepresidenta no tuvieron efectos positivos para el gobierno Duque; por consiguiente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ante la violación sistemática de los derechos humanos, solicitó el ingreso a Colombia para realizar un informe sobre la situación, a lo que Martha Lucía Ramírez se negó, pero luego la aceptó porque las críticas y el descontento de las mayorías no demoraron en llegar. Actualmente, el gobierno Duque y su partido político mantiene un discurso que gira alrededor de que el Estado colombiano es una víctima, justifica las acciones de la fuerza pública y sostiene que son las fuerzas oscuras internas e internacionales —como Rusia y Venezuela— las que quieren desestabilizarlo, argumento que termina afectando a los cuerpos de inteligencia de Colombia porque muestra su ineficiencia y ya ha generado descontentos en la embajada rusa, la cual solicitó pruebas de las acusaciones del gobierno Duque.
La casa no siempre gana
En conclusión, la política exterior de Colombia dirigida por el presidente Iván Duque ha estado marcada por un juego de apuestas que apuntan al aventurismo, la falta de pragmatismo, prudencia y pensamiento estratégico. Nicolás Maduro sigue en el poder, el presidente Duque no hizo respetar las instituciones políticas internas con la intromisión de Estados Unidos en los asuntos internos de Colombia, deterioró la relación con Washington al apostarle a la campaña de Trump y dejará al país con varias investigaciones por violación de los derechos humanos.
Es claro que faltan más temas por analizar y que se podrían tratar más adelante al terminar su periodo. Entre otros asuntos pendientes por revisar están la gestión de las vacunas contra la COVID-19; el proyecto de Prosur, que propuso con el mandatario chileno Sebastián Piñera; la autorización del ingreso de los soldados estadounidenses (SFAB) a territorio colombiano. Ahora bien, es de resaltar y aplaudir la creación del Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos, ojalá se mantenga en el tiempo para así tratar la migración venezolana con dignidad y humanismo.