27 de mayo de 2020

La COVID-19 y la seguridad internacional

Rafael Piñeros señala la importancia de enfrentar la COVID-19 desde un enfoque de seguridad internacional multidimensional y alerta sobre los riesgos de los discursos militaristas y belicistas en torno de la pandemia.

Rafael Piñeros

Docente investigador de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Coordinador del área de relaciones internacionales de los programas de pregrado. Candidato a doctor por la Universidad Externado de Colombia, magister en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos.

@RafaPinerosA  | rafael.pineros@uexternado.edu.co

El aclamado ensayista británico John Reed escribió en 1919 la obra titulada Ten days that shook the world. En ella narraba con excepcional prosa los sucesos que definieron la revolución de 1919, en la Rusia convulsionada por los bolcheviques, que despojaba del poder a una de las monarquías más antiguas y poderosas del viejo continente.

Traigo a colación el título del libro no porque en esta ocasión hayan sido 10 días los que cambiaron el mundo, sino un poco más de 100, frenéticos, que han venido redefiniendo nuestras nociones más básicas de una cotidianidad que ya parece lejana, que no sabemos hacía donde nos conduce, en la cual los gobiernos nacionales y locales tratan de enderezar una brújula política, económica y social que pareciera que no se guía por la polaridad de la tierra sino que obedece a designios superiores, incomprensibles hasta el momento.

Esta entrega se concentrará en entender la COVID-19 y su afectación a la seguridad internacional, tomando como base un enfoque transversal, en el cual se entenderá la COVID-19 como una afectación en diferentes niveles de análisis y en una escala a la seguridad multidimensional de afectación diferenciada, en la cual el énfasis en lo militar no sirve efectivamente para palear o aminorar la inseguridad humana individual que en diferentes lugares del mundo se comienza a evidenciar.

Un marco de entendimiento

En este sentido, vamos a utilizar un marco de referencia básico. Se entenderá que un problema de seguridad es en esencia una cuestión multidimensional, construida por elementos militares, políticos, económicos, socioculturales y medioambientales. En otras palabras, una amenaza se construye por la interacción de elementos militares, decisiones políticas o económicas, afectaciones al orden social establecido o graves situaciones que afecten el medio ambiente.

Así mismo, hay que diferenciar el tipo de respuesta en escalas o imágenes, tal como lo sugiere Kenneth Waltz en su obra de Teoría de la política internacional (1988). En ella, Waltz bosqueja un marco de comprensión del sistema internacional basado en lo internacional, lo nacional y lo estrictamente individual.

Igualmente, se entenderá que la seguridad no es un asunto estático, sino que refleja dinámicas de contestación, de crítica profunda a lo establecido, de emancipación y cambio de las conductas, tal como lo señala Ken Booth, en el sentido de que sentirse seguro es una cuestión situada en el tiempo y el espacio, reflejando patrones diferentes de acuerdo al contexto particular que se requiera (Booth, 2005).

¿Problema de seguridad global?

La primera cuestión por abordar es si la COVID-19 es realmente un problema de seguridad global. Por un lado, la Organización Mundial de la salud declaró el 11 de marzo de 2020 la COVID-19 como una pandemia (Ducharme, 2020), con lo cual reconocía que los instrumentos nacionales típicos para reaccionar a una epidemia desbordaron la capacidad de respuesta del Estado de origen. Esta declaración implicaba que tampoco eran suficientes los esfuerzos de una región particular, sino que todos debían tomar algún tipo de medida para mitigar la enfermedad, que tiene origen animal y mutó hacia finales de 2019 al ser humano.

Por otro lado, el informe sobre riesgos globales publicado por el Foro Económico Mundial ha mostrado desde 2012 una evolución. Como se señala en la tabla No. 1, en el informe se destaca cada vez más el impacto de los riesgos asociados a elementos económicos, ambientales y societales, en contraposición de los clásicos problemas geopolíticos, señalados en naranja (Forum, 2019).

Tabla No. 1
Riesgos Globales en Términos de Impacto


Tomado de (Forum, 2019)

Igualmente, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres ha reiterado en repetidas ocasiones como la COVID-19 puede generar situaciones de protesta social y levantamiento popular, que generen más violencia y, con ello, hacer más difícil la lucha contra la pandemia (Giles, 2020)

Así pues, lo que acá se muestra es cómo, desde una perspectiva multidimensional, la afectación de la pandemia no sólo es una cuestión de salud pública, sino que se ramifica a otros sectores, como el societal o económico. Esto genera una situación de inseguridad por el cambio en las condiciones económicas y sociales, difíciles de cuantificar y de ser respondidas por parte de gobiernos individuales o de organizaciones como la Unión Europea. Precisamente, los países miembros de la UE se dividen frente a la situación en la cual los recursos para enfrentar la pandemia deben ser aportados por la Unión con algún tipo de salvaguarda o por parte de los Estados miembros con garantías institucionales de la UE. (Economist, 2020).

Un entorno latinoamericano que no ayuda

Si hubo un mal momento para que una pandemia llegara a América Latina fue este. La crisis política desatada por Venezuela, la incapacidad de avanzar en agendas de integración regional o subregional, la pérdida de legitimidad de algunos mandatarios producto de las respuestas a la situación dada, hacen que América Latina esté más atomizada que nunca (Ríos Sierra, 2020).

La crisis de la COVID-19 no ha generado una rivalidad por encontrar la mejor respuesta, tampoco ha desatado más o menos beligerancia entre países. Lo que sí se destaca es la inoperancia de lo multilateral regional. La OEA y la Organización Panamericana para la Salud, creada en 1908, parecen ser los marcos más sólidos y activos para darle respuesta a la crisis. La CELAC es un foro de consulta y no tiene capacidad ejecutiva. La Comunidad Andina y UNASUR atraviesan crisis existenciales desde hace años, y los Estados que las conforman fueron reticentes a otorgarles capacidad de planificación o ejecución de recursos. En otras palabras, la región está condenada a seguir implementando respuestas individuales, algún grado de coordinación de la reapertura y una recuperación dependiente de lo que suceda en Estados Unidos, China y la Unión Europea, principales socios económicos y comerciales.

Así que en la lógica que venimos manejando, el enfoque regional perecería inapropiado porque así lo han querido los Estados. Sus respuestas locales nos llevan a pensar que el proceso de securitización, es decir, de convertir una situación de salud pública -como una pandemia- en un problema de seguridad en el que se pone en peligro la existencia del Estado o la sociedad, varia considerablemente de Estado a Estado, así como los medios implementados para tal fin.

En otras palabras, la incidencia de los mecanismos regionales ha sido baja y escasa porque los Estados no han confiado ni histórica ni recientemente en lo regional como el espacio de integración o socialización adecuado para tratar asuntos de seguridad. La superación de las guerras civiles en Centroamérica, las rencillas entre Estados como Colombia, Ecuador y Venezuela a finales de la década de los años 2000 han sido la excepción y no la regla. En efecto, el espacio regional sigue siendo el idóneo y único válido para atender la emergencia de salud.

Respuestas locales a desafíos globales

Las estrategias de seguridad nacional de algunos Estados, como Estados Unidos, Francia, España o Reino Unido (Sanahuja, 2020) y Colombia, incluyen desde hace algún tiempo las enfermedades transmisibles o contagiosas como amenazas a la seguridad, sin que se hayan adaptado suficientemente los tipos de respuesta a aquellas eventualidades.

Así las cosas, algunos mandatarios han recurrido a la retórica de guerra y confrontación, para obtener respaldo, legitimidad y para centralizar y concentrar la respuesta del ejecutivo a la situación creada por la COVID-19. En efecto, Sebastián Piñera se refería a mediados de abril al coronavirus como “un enemigo poderoso, cruel y que no respeta a nadie, especialmente a los pacientes más riesgosos” (EFE, 2020).

Igualmente ha sucedido en otras latitudes como en Francia, en donde Manuel Macron señalaba que “Francia estaba en Guerra frente al Covid-19”,  o como en Estados Unidos, en donde el presidente Donald Trump afirmó que “los estadounidenses deben prepararse para una situación a lo Pearl Harbour” (Khrushcheva, 2020). En efecto, la retórica de la guerra genera cierto grado de unidad, legitimidad y coherencia para apropiar recursos por parte del ejecutivo y enfrentar “el enemigo invisible”.

Ese proceso de securitización de un evento de salud pública, tal como lo es una pandemia, podría ser perjudicial en el mediano y largo plazo, en la medida que estimula un sacrificio de la verdad y los hechos verificables, y los sustituye con una retórica peligrosa sobre la confrontación nacional, étnica o religiosa. Se trata de la división como remedio a la pérdida de identidad colectiva (Wise, 2020).

La securitización de la Pandemia nos lleva a entenderla, entonces, como una guerra que debemos ganar, como una obligación moral de la sociedad frente a un “enemigo invisible”, con las consecuencias que ello atrae, es decir, una radicalización de discursos frente a lo desconocido lo extraño o diferente en una sociedad.

Igualmente, este extraño proceso de securitización nos lleva a pensar cómo los mecanismos tradicionales de la seguridad (militares o políticos) han sido desafiados y casi superados por simples decisiones como el aislamiento social y el confinamiento en los hogares. El asunto por explorar aquí es cómo las restricciones a la libertad de movimiento, al normal funcionamiento del mercado y la autoridad del ejecutivo para tomar decisiones constriñen derechos civiles en detrimento de libertades individuales y colectivas. En otras palabras, mayor seguridad a un costo de menor libertad.

Apuntes finales

La COVID-19 llegó para quedarse y es más que un riesgo aislado o imprevisible. Tanto el reporte de riesgos del Foro Económico como las estrategias de seguridad de los Estados individuales ya preveían sucesos como el actual. El problema no fue la identificación, sino la falta acción diferenciada para enfrentarlos; es decir, más que incrementar el presupuesto de las industrias militares, debían asegurarse y mejorarse otras disposiciones, como los servicios de salud y aprovisionamiento médico.

Se ha querido señalar también que las principales afectaciones a la seguridad se han dado en el ámbito global y en el ámbito local, señalando que, para el caso latinoamericano, la región se ha hecho prácticamente invisible porque los Estados lo han querido de esa forma. No han encontrado los espacios de integración o cooperación como escenarios válidos para potenciar y mejorar las respuestas a la crisis, con lo cual la responsabilidad ha quedado relegada a los Estados y a la capacidad de aquellos para hacerle frente a una crisis de salud pública y societal.

Como se señaló en la introducción, no son 10 días, sino 100 los que han venido transformando el mundo en formas que aún hoy no podemos dimensionar de manera precisa.

Bibliografía

  • Booth, K. (2005). Theory of world security. Londres: Cambridge University Press.
  • Ducharme, J. (11 de Marzo de 2020). World Health Organization Declares COVID-19 a ‘Pandemic.’ Here’s What That Means. Obtenido de Time Magazine: https://time.com/5791661/who-coronavirus-pandemic-declaration/
  • Economist, T. (14 de Mayo de 2020). The Covid-19 pandemic puts pressure on the EU. Obtenido de The Economist: https://www.economist.com/briefing/2020/05/14/the-covid-19-pandemic-puts-pressure-on-the-eu
  • EFE. (12 de Abril de 2020). Chile supera los 7.200 casos y Piñera habla de una “guerra mundial” por los ventiladores. Obtenido de EFE Noticias: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/chile-supera-los-7-200-casos-y-pinera-habla-de-una-guerra-mundial-por-ventiladores/20000013-4219380
  • Forum, W. E. (2019). The global risk repport 2019. Ginebra: World Economic Forum.
  • Giles, C. (10 de abril de 2020). COVID-19 threatening global peace and security, UN chief warns. Obtenido de UN News: https://news.un.org/en/story/2020/04/1061502
  • Khrushcheva, N. L. (27 de Abril de 2020). El velo del discurso de guerra contra la COVID-19. Obtenido de Project Syndicate: https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-putin-covid19-war-rhetoric-by-nina-l-khrushcheva-2020-04/spanish
  • Ríos Sierra, J. (2020). La inexistente respuesta regional a la Covid-19 en América Latina. Geopolítica(s), 209-222.
  • Sanahuja, J. A. (2020). COVID-19: riesgo, pandemia y crisis de gobernanza global. En M. (. Mesa, Riesgos globales y multilateralismo: el impacto de la covid-19 (págs. 27-55). Madrid: CEIPAZ.
  • Waltz, K. (1988). Teoría de la política internacional. Buenos Aires: Latinoamericano.
  • ​Wise, A. (24 de abril de 2020). Las metáforas bélicas distorsionan la realidad de la COVID-19. Obtenido de: Investigación y ciencia : https://www.investigacionyciencia.es/noticias/las-metforas-blicas-distorsionan-la-realidad-de-la-covid-19-18571

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