20 de agosto de 2021
La invasión de Afganistán: el regreso de un final conocido
Un análisis de la salida de Estados Unidos y del regreso de los talibanes al poder.
Manuel Alejandro Rayran Cortés
Docente de relaciones internacionales de FIGRI – Magister en Ciencias Políticas orientadas a las relaciones internacionales con especialidad en Diplomacia y Resolución de Conflictos de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.
@ManuelRayranC | manuel.rayran@uexternado.edu.co
El 7 de octubre de 2001, con apoyo de las Naciones Unidas y bajo una coalición de 25 países, Estados Unidos y sus aliados invadieron Afganistán. Entonces, diez días después de aquel movimiento marcial, se erigía la República Islámica de Afganistán y el éxito militar estadounidense acrecentaba el poder de Washington en el mundo, pues para ese momento no había país alguno con las mismas capacidades materiales que lo pudiera balancear en el sistema internacional.
Sin embargo, luego de veinte años y sin una coalición tan fuerte como la inicial, Estados Unidos salió huyendo del territorio afgano como lo hicieron los soviéticos en 1989. Es así como las imágenes de la derrota estadounidense circularon por todos los medios de comunicación a nivel internacional, y las culpas y las responsabilidades no se demoraron en llegar. Y a pesar de que en los momentos de incertidumbre se espera que los líderes políticos ofrezcan directrices para que guíen las decisiones del futuro, el presidente Biden, en una rueda de prensa en la que no respondió las preguntas de los periodistas, niega los objetivos iniciales de la invasión en Afganistán y trata de establecer la idea de que Estados Unidos ganó la guerra contra los talibán y el terrorismo.
Ahora, en medio de la inmensa turbulencia internacional, muchos se preguntan, ¿en qué se equivocaron?, ¿cuál es el futuro del pueblo afgano y de los derechos de las mujeres?, ¿por qué el ejército afgano, bien dotado militarmente y con entrenamiento, no hizo resistencia bélica a los talibán?, ¿quiénes fueron los ganadores y perdedores de la intervención?, ¿qué papel jugarán los países de la región en estos cambios políticos?, ¿cuál será la postura y las acciones de los talibán en territorio afgano? Así que, estas y otras preguntas han estado rondando entre los asesores de las diferentes residencias presidenciales y las oficinas de las organizaciones internacionales.
¿En qué se equivocaron?
La intervención militar de Estados Unidos en Afganistán estuvo plagada de errores continuos que resultaron en un fracaso rotundo para la política exterior estadounidense, la cual se sumó al pasillo de las derrotas e infamias de ese país.
El primer desacierto fue que los asesores neoconservadores del entonces presidente Bush asumieron que Al Qaeda tenía la capacidad material para desafiar a Estados Unidos – la potencia militar más grande de ese momento -, visión que no se ajustaba a la realidad fáctica. Lo segundo, fue establecer una guerra simétrica cuando los talibán utilizaron estrategias asimétricas. Y con esto último no sólo me refiero a los movimientos tácticos progresivos de los militares, sino también hago alusión al rol que juegan los valores, las identidades y la cultura dentro de una guerra. Washington y la OTAN los ignoraron, motivo por el cual las tropas siempre estuvieron concentradas en los principales centros urbanos mientras que los talibán mantenían sus relaciones con la comunidad en las provincias. El tercer desatino fue no entender el entramado político y las dinámicas propias de los jefes políticos y religiosos de las diferentes regiones del país. La cuarta fue creer que la democracia de una nación se construye exclusivamente con armas, dejando de lado la calidad de vida de los ciudadanos. La quinta y última razón, pero no menos importante, Estados Unidos y sus aliados se encargaron de construir un ejército bien dotado de armamento, pero altamente dependiente de la OTAN, mal dirigido y con grados considerables de corrupción; situación diferente la de los talibán, que tenían poco arsenal bélico, pero sí eran fuertes ideológicamente.
¿Quiénes son los ganadores y perdedores de la invasión afgana?
En principio, los perdedores de una guerra siempre serán los civiles y la población inocente que está al margen del conflicto armado, pues se ven obligados a huir de su país natal, a perder a sus familiares que mueren por los enfrentamientos bélicos y a adaptarse obligatoriamente a las nuevas dinámicas que el actor dominante imponga.
Ahora, en el caso de Afganistán, a parte de su población, Estados Unidos también se considera uno de los actores derrotados, pues gastó alrededor de 822.000 millones de dólares, 2.300 militares perdieron la vida y otros 20.660 resultaron heridos. Los segundos vencidos fueron los países europeos que apoyaron la intervención militar y que con el tiempo se vieron presionados por las olas de migrantes que huían del conflicto armado. Por último, la idea hegemónica de la paz democrática y del intervencionismo como mecanismo de resolución de conflictos se desvanecieron en la agenda internacional, pues los hechos han demostrado que las injerencias más que resolver problemas crean y agudizan los conflictos de los pueblos.
Los ganadores fueron las compañías militares de seguridad privada que obtuvieron millonarios contratos del Departamento de Estado, y que algunos de ellos tuvieron problemas con las rendiciones de cuentas. Por ejemplo, a partir de 2010, la compañía DynCorp International logró tener convenios por valor de 1.620 millones de dólares para asesorar a las fuerzas del ministerio de defensa y del interior afgano. A lo anterior se suma, que de acuerdo con informes del Special Inspector General for Afghanistan Reconstruction (Sigar), en 2018 hubo dos contratos por 4,21 millones de dólares en los que no se establecieron parámetros para evaluar el trabajo realizado por las empresas, lo que generó posibles acciones de corrupción.
¿Qué se viene en el corto y mediano plazo para Afganistán?
Lo que se ha visto hasta el momento es un grupo talibán que le apuesta a las reuniones diplomáticas de alto nivel. Por ejemplo, desde 2015 y en particular 2019 y 2020, los talibán han sostenido encuentros con altos funcionarios del gobierno de Xi Jinping. Asimismo, buscan generar estabilidad política y un control efectivo en todo el territorio afgano, motivo por el cual ya se han reunido con los diferentes líderes políticos y religiosos para cesar la guerra civil interna y establecer un nuevo gobierno bajo las reglas islámicas.
La situación de la mujer es un tema que preocupa; no obstante, es necesario hacer algunas aclaraciones. Si bien durante los últimos 20 años hubo avances para las mujeres porque se les permitía trabajar o estudiar, también es cierto que durante ese tiempo las mujeres tampoco vivían un mundo idílico. De acuerdo con un informe de Naciones Unidas de diciembre de 2020, de 303 reportes de crímenes violentos contra mujeres y niñas, el 49% fue tratado por la justicia formal, sólo el 17% de las acusaciones se mantuvieron en firme porque las denunciantes se vieron obligadas a retirar la querella, y el 31% de los requerimientos jurídicos no fueron resueltos. A las anteriores cifras, se suma que el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, el 75% de las mujeres mantienen matrimonios forzados y el acceso a la justicia continúa siendo limitada, pues sólo el 13% de los jueces son mujeres y, de acuerdo a las costumbres religiosas, un hombre no puede tratar el caso de una mujer a menos que esté en compañía de un varón.
En suma, la derrota de Estados Unidos en Afganistán es una muestra más de que iniciar guerras es fácil, lo difícil siempre será cuándo y cómo salir de estas. De igual manera, este caso ratifica que el poder emborracha más que el alcohol y que en muchas ocasiones eso hace que los Estados cometan imprudencias. Por último, se evidencia, una vez más, que el intervencionismo extranjero de un país sobre otro profundiza los problemas políticos de las sociedades, crea unos nuevos y debilita el principio de la autodeterminación de los pueblos, fundamento acordado por los Estados y materializado en la carta de las Naciones Unidas.
Imagen principal: Amber Clay from Pixabay