17 de marzo de 2021

Lula Libre: Y ahora, ¿capitán?

Después de 580 días de prisión, el expresidente brasileño recobró su libertad. ¿Qué efectos puede tener este hecho en las elecciones presidenciales del país más grande de Sudamérica? (Versión en español)

Beatriz Miranda Côrtes

Profesora de FIGRI

Doctora en historia de la Universidad Nacional de Colombia, con maestría en relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México – UNAM

@Biamirandac13 | beatriz.miranda@uexternado.edu.co


En abril de 2018, miles de personas en todo el mundo vieron el momento de la entrega del presidente Lula ante la Policía Federal, así como todo el esquema judicial que rodeó su aterrizaje en Curitiba, la manera como fueron reprimidos los manifestantes que lo esperaban y la libertad de expresión dada a aquellos que celebraban su detención. Era el retrato de un Brasil polarizado y de una justicia que no lograba ser imparcial.

Lula permaneció 580 días detenido en la sede de la Policía Federal de Curitiba. Fue puesto en libertad en noviembre de 2019, cuando la Corte Suprema determinó que su sentencia sólo podría regir en el momento que todas las instancias de ley fueran agotadas. De acuerdo con la constitución, “nadie puede ser considerado culpable hasta no ser juzgado en última instancia (fase en la que ya no hay derecho a apelación), y la condena previa vulnera el principio de presunción de inocencia”.

Sentencias ilegales

Desde entonces, han ocurrido muchas cosas. El pasado 8 de marzo, el ministro de la Corte Suprema Edson Fachini, en un acto histórico e inesperado, declaró que el 13º juzgado, bajo el comando del juez de segunda instancia Sérgio Moro no era competente para juzgar el caso. Como resultado, fueron anuladas todas las sentencias dictadas contra el expresidente Lula por ser consideradas ilegales.

De acuerdo con Cristiano Zanin Martins, abogado del expresidente, “en septiembre de 2015, el pleno del STF (Superior Tribunal Federal, por la sigla en portugués) determinó que sólo los procesos que tuvieran relación directa con los ilícitos cometidos en Petrobras serían dirigidos a Curitiba”. Es decir que, la decisión de Fachini tiene por base algo que ya había sido deliberado por el Supremo. “El ministro aplicó ese precedente al caso concreto del presidente Lula. Se trata de una decisión sólida, desde el punto de vista jurídico, y que sigue los preceptos de lo ya juzgado por los once ministros del Tribunal Supremo. Entendemos que esa decisión deberá prevalecer ante cualquier apelación. Es asunto que ni siquiera debe llegar al Pleno de la STF”, afirmó Martis.

En la práctica, el ministro Fachini reestableció, integralmente, todos los derechos políticos del expresidente. El hecho ha causado furor en el ambiente político del país, especialmente, entre los posibles protagonistas de las elecciones de 2022.

La elocuencia liberada

Con un discurso firme y decidido, el expresidente Lula se dirigió al pueblo brasileño desde el Sindicato de los Metalúrgicos del ABC paulista. Después de un largo camino, de haberse resistido a la posibilidad del exilio y de sus 580 días de cárcel, la elocuencia de Lula recordaba al líder que ha convocado multitudes a la plaza pública, estadios y universidades. Ese Lula que, en algún momento, dio una profunda esperanza a Brasil y a América Latina pero que, durante casi dos años, parecía haberlo perdido todo en el enmarañado político-jurídico instaurado en el país con la operación Lava Jato que, en un principio, se definió jurídica y mediáticamente como la mayor investigación judicial anticorrupción realizada en el Brasil republicano.

Sin embargo, entre más pasa el tiempo, más parecen estar en jaque la solidez y legitimidad de la mal llamada operación “manos limpias”, lo que ha causado una nueva avalancha política en un Brasil que no ha podido reencontrarse. Y Sérgio Moro, el “héroe”, el “símbolo de la transparencia”, el “guardián de la ley el orden”, poco a poco se ha ido transformando en villano de uno de los capítulos más sórdidos de la historia reciente de Brasil.

Una política externa independiente

Vale la pena recordar ahora que la política externa de Lula fue muchas veces admirada en diversos lugares del mundo y que Celso Amorim fue considerado en 2009 por la revista Foreing Policy, el mejor ministro de Relaciones Exteriores del mundo. En el escenario internacional, Lula dejó un gran legado que, en este momento de tantas contradicciones, sirve como punto de partida para los que esperan por la vuelta de la política externa independiente y responsable de Brasil. Entre muchas iniciativas del expresidente, debemos destacar:

  1. América Latina, especialmente América del Sur, África y el Medio Oriente tuvieron un lugar prioritario en su política externa. Darle prioridad a América Latina significó mucho más que fortalecer el Mercosur y discutir tarifas o berreras comerciales con los países vecinos. La agenda para la política externa brasileña para la región incluyó, principalmente, cuestiones de defensa y democracia.
  2. El comercio exterior se diversificó, lo que redujo la dependencia con relación a las economías de Estados Unidos y Europa.
  3. Creó el banco de los BRICS en alianza con los países miembros de ese grupo, como una alternativa al FMI y al Banco Mundial.
  4. Pagó la deuda externa de Brasil al FMI.
  5. Brasil tuvo un papel protagónico en la OMC y la FAO lideradas, respectivamente, por los brasileños Roberto Azevedo y Graziano da Silva.

Brasil confrontado

Es, por tanto, esencial recordar que todo lo que ha rodeado las operaciones anticorrupción condujo al poder al presidente Jair Bolsonaro: el voto protesta, la campaña mediática, las fake news y la ceguera colectiva predominaron en el país, poniendo en evidencia una polarización ideológica, social y regional nunca antes vista en periodos históricos anteriores.

El resultado no podría ser otro que un Brasil confrontado, entregado al capitán Bolsonaro que, en dos años de mandato, trajo de regreso al gobierno a cerca de 11 mil militares reformados y ha sido el presidente que, durante la pandemia de Covid-19, ha permanecido de brazos cruzados, en la más profunda indiferencia, ante el contagio de 11.439.558 personas, y ante la muerte de 277.102 de ellas. Bolsonaro será acusado de permitir la destrucción de la Amazonia, de desconocer los derechos de los pueblos indígenas y de haber implementado una política externa que, de ninguna manera, está a la altura de la historia de la diplomacia brasileña.

Pero como no hay mal que dure eternamente, he aquí Lula, el Lula de siempre

La pregunta es hasta qué punto los sectores conservadores del país van a permitir que llegue Lula. Si no sucede nada diferente, es probable que haya un nuevo embate político entre Lulismo y Bolsonarismo. En este momento es interesante analizar cómo algunos segmentos apuestan por el fortalecimiento de Lula con el fin de debilitar, aún más, al presidente Bolsonaro.

En 2016 Lula había dicho que “si lo ponían preso, se convertiría en héroe, si lo mataban, se volvería mártir y si lo dejaban libre, se haría otra vez presidente”. Sin embargo, no todo es tan simple como parece. El debilitamiento de Bolsonaro tras la reaparición de Lula da Silva, no necesariamente representa el regreso de Lula al Palacio del Planalto, pero sí la posibilidad de abrir camino para que un candidato de centro-derecha pueda rescatar un proyecto de país, sin sacrificar sectores económicos esenciales, muchos de ellos aliados del gobierno Bolsonaro: los bancos, los medios y el agronegocio.

Son esos sectores los que no aceptarán, fácilmente, que la disputa presidencial de 2022 se dé entre un capitán al borde del precipicio y el Lula de siempre. Como siempre, las articulaciones y alianzas estarán a la orden del día.

Como decía Tom Jobim, Brasil no es para principiantes.


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