1 de diciembre de 2021
Un noviembre atípico electoralmente
En las elecciones de noviembre de 2021, se pudo observar el agotamiento de la población, un voto sanción en algunos países respecto a la conducción de la política durante la pandemia y un recrudecimiento de la tensión social producto de la desigualdad y falta de oportunidades.
Docente investigador de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Coordinador del área de relaciones internacionales de los programas de pregrado. Candidato a doctor por la Universidad Externado de Colombia, magíster en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos.
@RafaPinerosA | rafael.pineros@uexternado.edu.co
Termina noviembre de 2021, uno de los meses de mayor agitación electoral que se hayan visto en tiempo reciente en la región. En total, fueron cinco los procesos que se llevaron a cabo (Nicaragua, Argentina, Chile, Venezuela y Honduras), en algunos casos presidencial, en otras primarias y legislativas y en otros regional o municipal, lo cual demuestra que el mecanismo de votación sigue vivo y arraigado.
No quiere decir que sea justa, que no haya casos con incertidumbres razonables y evidentes sobre su legalidad, legitimidad e imparcialidad. Tampoco que sea un proceso de selección de las mejores propuestas para los tiempos convulsos que se viven de norte a sur. En ocasiones, el poder acumulado y la maquinaria de partido bien aceitada, impide transformaciones sociales profundas o cambios en las dinámicas políticas del día a día.
Refleja con marcados matices, procesos internos de contestación sobre la política, el funcionamiento del sistema democrático, la provisión de bienes públicos y las soluciones concretas a problemas complejos como la crisis climática, las consecuencias económicas y sociales y mentales generadas por la COVID 19 o la falta de oportunidades y futuro digno que son crecientes en la población. Hoy la región atraviesa los retos inconclusos, las penurias acrecentadas por la pandemia y un futuro en el cual la desconfianza sobre las instituciones públicas, los sistemas políticos y las clases dirigentes es más pronunciado.
Por causas distintas, para cada una de las contiendas electorales se erigieron más o menos con los mismos eslóganes publicitarios: son las más importantes en décadas; este es un verdadero punto de inflexión; es grave lo que se ha hecho; Sumemos que queremos transformar. En ocasiones ya parece más un agotamiento de las reservas de creatividad de candidatos y publicitas que una verdadera necesidad pública el señalar a las elecciones como una cuestión de vida o muerte. En ese sentido, veamos qué sucedió.
Las presidenciales: entre el continuismo y el cambio político
Se eligió presidente en Nicaragua, se definió el balotaje en Chile y en Honduras los resultados preliminares dan la victoria a la candidata Xiomara Castro.
Daniel Ortega se impuso con mucha polémica en una nueva contienda electoral el pasado 14 de noviembre. A pesar de las críticas de la comunidad internacional, sobre la falta de puestos de votación, el retiro y encarcelamiento de más de 10 precandidatos y la falta de garantías para ejercer el voto, Ortega obtuvo casi el 76% de los votos válidos, ratificándolo así en la Casa Naranja o de los pueblos. De los pocos países de la región en los que continuará el oficialismo cuando la tendencia ha sido voto sanción en la región por el manejo de la pandemia.
El caso nicaragüense ejemplifica que poco se puede hacer tanto a nivel regional como local, cuando se cooptan los mecanismos de control y otros poderes públicos a partir de entramados de corrupción, férreo control político y hasta participación familiar. Las advertencias efectuadas no fueron suficientes para romper la hegemonía de la familia Ortega. Hacer velar las reglas de juego para aquellos en la oposición, no ha sido fácil no sólo en Nicaragua sino en otros países de la región, en especial cuando se adaptan a conveniencia las leyes en el camino para favorecerse personalmente. Ya son 14 años desde que regresó a la presidencia de ese país y mientras transcurre el tiempo, son crecientes las voces internas y externas que ven con preocupación la erosión del estado de derecho.
Con una participación general del 65%, Ortega no sólo aseguró la presidencia, sino 70 de las 90 plazas en la Asamblea Nacional de Nicaragua, lo que asegura una oposición disminuida de acara a la aprobación de leyes y control político de los actos del ejecutivo.
El caso chileno ejemplifica las dificultades de un país que no supera el cataclismo ocasionado por las protestas de 2019. La sociedad chilena avanza sin un rumbo claro sobre cuál debe ser el papel de las instituciones públicas, cómo el mercado puede beneficiar todos los chilenos, cómo avanzar en el siglo XXI en una lógica social más heterogénea, participativa y contestataria. Problemáticas diferentes sin duda a las de Nicaragua, pero igualmente complejas sobre el rumbo adecuado de la política.
Tanto es así que, los tres candidatos con más votos no contaron con el apoyo directo en la primera vuelta de los partidos que estuvieron en el poder en los últimos 30 años. José Antonio Kas, para muchos, se ubicó en la antípoda de derecha extrema. Gabriel Boric se ubica al lado contrario del espectro político con apoyo incluso del siempre beligerante Partido Comunista Chileno. Y por último, Franco Parisi, con un discurso desde el exterior basado en la anti política, criticando desde el regreso a la democracia, los partidos políticos hasta las relaciones sociales más básicas de la sociedad, logró ubicarse en la tercera plaza. La dispersión del voto, el agotamiento ciudadano después de 3 años de constantes disputas puede ser tan pronunciado que inclinarse a favor de uno u otro candidato puede ser peligroso.
Tal vez en este punto, los votos de Sebastián Sichel (12,79%), candidato de centro derecha apoyado por el presidente Piñera y otros partidos políticos y la candidata Yasna Provoste (11,61%) de centro izquierda, puedan tener algún grado de relevancia de cara a posibles alianzas políticas.
Lo que no está descartado es una especie de voto castigo, ganará el que menos antipatía y animadversión en el votante indeciso tenga no necesariamente el que mejor propuesta programática tenga o el que logre de acuerdo con la configuración del congreso pueda alcanzar reformas estructurales. Igualmente, si bien hubo un repunte de los partidos de centro derecha, es difícil aventurarse a señalar un ganador de cara a la segunda vuelta.
Además de lo anterior, también se renovó parcialmente el Senado (En el que los partidos de la colación d gobierno aseguraron el 50% de los escaños) y la Cámara de los diputados, con lo cual se incrementó a 21 partidos políticos que tendrán asiento en la siguiente legislatura. El número creciente no asegura una fácil gobernabilidad y toma de decisiones, en la medida que los procesos de negociación serán complejos y difíciles de alcanzar.
Por último, en Honduras, país en el cual el aumento de la delincuencia y la inseguridad urbana, la violencia organizada, las caravanas de migrantes, acusaciones de corrupción y vínculos con el narcotráfico del presidente Juan Orlando Hernández, el país centroamericano no tiene un camino fácil. La victoria no confirmada de Xiomara Castro refleja el descontento generalizado frente al partido del presidente Orlando Hernández, un manejo errático de la pandemia y graves acusaciones de corrupción y hasta vínculos con el narcotráfico.
La victoria de Castro no es sinónimo de estabilidad, por el contrario, se le crítico en campaña sus vínculos personales con Zelaya y si una victoria suya sería la mecha de una nueva confrontación violenta en las calles. Pronto para saberlo aún. También se observó como en otros países de la región (Ecuador o Perú, por ejemplo) un voto sanción frente a los partidos que gobernaron durante la pandemia fue la nota predominante. Además, las dudas sobre la legalidad de los comicios de 2017, la incapacidad del Partido Nacional de Juan Orlando Hernández por detener la violencia y las olas de migrantes, generan una situación caótica de cara al futuro próximo.
Elecciones locales y primarias: el vaso medio lleno o medio vacío
En Argentina y Venezuela se llevaron a cabo elecciones primarias y locales. El pasado 14 de noviembre en Argentina se le dio un duro golpe al peronismo y al gobierno de Alberto Fernández por el manejo en ocasiones errático de la pandemia, el aumento descontrolado de la inflación que afecta siempre a los hogares de más bajos recursos y en general por el aumento de la desazón de cara al futuro. El manejo de la inestabilidad económica argentina ha sido el vehículo más efectivo de cambio en el ejecutivo de ese país en el siglo XXI.
En las pasadas elecciones primarias de 2019 (PASO como se les conoce en ese país), la victoria de centro izquierda fue el inició de la posterior derrota de Mauricio Macri en las presidenciales. Hoy la colación de centro derecha no sólo recuperó terreno, aumentando su caudal electoral en cerca de 1 millón de votos respecto al último resultado, sino además reflejó la desconexión pueblo – gobierno. La coalición “Frente de Todos” del presidente Alberto Fernández pierde fuerza y con ello margen de gobernabilidad frente a la perdida de mayoría en Senado y Cámara.
Por último, el pasado 21 de noviembre en Venezuela, a pesar del retorno de los partidos o coaliciones de la oposición al ruedo electoral, no sucedía desde 2017, los resultados fueron algo así como más de lo mismo. Si bien preocupa la baja participación ciudadana, poco más del 42% de las personas que podían votar lo hicieron, el oficialismo sigue demostrando que es una fuerza homogénea y sólida.
Para finalizar, si bien se han surtido un gran número de elecciones a lo largo de 2021, 2022 verá elecciones en Colombia y Brasil: Al menos en las que respecta a este agitado mes de noviembre, se pudo observar el agotamiento de la población, un voto sanción en algunos países respecto a la conducción de la política durante la pandemia y un recrudecimiento de la tensión social producto de la desigualdad y falta de oportunidades.
Lastima que, en lo visto por el momento, haya poco debate sobre la región, el multilateralismo como vehículo o herramienta útil para resolver los problemas públicos, sobre los procesos regionales y su incidencia en las políticas locales. La omisión de la región en los debates púbicos internos puede ser intencional, las consecuencias de dejar de lado al vecino mucho menos. Amanecerá y veremos qué nos depara el futuro político de la región, atomizado y sin rumbo claro.