16 de abril de 2020

Yemen: entre el virus y la guerra

Para María Teresa Aya, la guerra civil en Yemen, en la que intervienen Arabia Saudita e Irán, produce un escenario de extrema precariedad para enfrentar la COVID-19.

María Teresa Aya Smitmans

Coordinadora de la Maestría en Asuntos Internacionales

Profesora e investigadora de la Escuela de Relaciones Internacionales de FIGRI

@ayateresa | maria.aya@uexternado.edu.co

El viernes 10 de abril se presentó el primer caso de la COVID-19 en Yemen, un país de treinta millones de personas, que lleva cinco años en guerra y al que la ONU ha declarado la peor crisis humanitaria del planeta. ¿Cómo puede entonces un Estado fallido y en medio de un conflicto sobrevivir al virus? Difícilmente.

El conflicto le ha costado la vida a más de doscientas mil personas, pero la guerra también ha traído la hambruna y enfermedades, como el cólera, que la situación bélica hace más difícil tratar. Más del cincuenta por ciento de los hospitales y centros médicos han desaparecido y la ayuda humanitaria no llega. La situación es crítica y ahora llega la COVID -19.

Yemen se encuentra en una esquina de la península árabe a la que los romanos llamaban Arabia Felix o Arabia Feliz; una esquina fértil, en donde se cultivó por primera vez el café arábica, el cual han exportado desde el siglo XVI. Su historia es muy antigua: dicen que Sem, el hijo de Noé, fundó su capital Sana y que Shibam, una ciudad en el centro del país, fue la primera ciudad de rascacielos en el mundo, también en el siglo XVI.

Pero la gloria y la riqueza son pasajeras

Luego de la caída del imperio otomano, al final de la primera guerra mundial, Yemen se divide. La parte norte pasa a manos de un Imán o líder religioso chiita y el sur, sunita, pasa a ser un protectorado británico. Las diferencias se mantienen y, en 1962, el norte y el sur establecen cada uno un país distinto, el norte con el apoyo de los soviéticos. La división dura hasta 1990 cuando, con la caída de la Unión Soviética, el norte se une con el sur y nace el Yemen de hoy.

Este nuevo Yemen es una ficción que mantiene vivas las diferencias, sobretodo religiosas, entre el norte y el sur. El norte es chiita, es decir, sus habitantes creen que el Corán solo puede ser interpretado por los imanes, o personas que descienden de Mahoma. En el sur sunita, creen que es por medio de los califas y, sobretodo, a través de la práctica religiosa, que se venera al profeta.

El país chiita más importante en la geopolítica de hoy es Irán y el sunita es Arabia Saudí. Esto significa que, cuando el conflicto civil explota en Yemen, los iraníes y los saudíes toman bandos y convierten al milenario país en el escenario de una guerra, que en realidad es entre ellos y por la hegemonía en el Medio Oriente.

Con la guerra, Yemen se desmorona

El cese al fuego declarado por la coalición que lidera Arabia Saudí, el mismo día que la COVID-19 llegó al país, no es suficiente. Para los hutíes, los chiitas a los que apoya Irán y que están enfrentados a los saudíes, el cese al fuego es solo un sofisma de distracción.

Mientras los saudíes no levanten el bloqueo a las costas yemeníes y se permita el ingreso de la ayuda humanitaria, no hay cese al fuego que valga. Menos cuando no hay un gobierno local que tome decisiones. Tampoco puede haber estrategias contra la COVID-19.

La idea de una pandemia hace pensar que el mundo va a cambiar cuando esta ceda; sin embargo, mientras Yemen siga siendo solo un peón más de una guerra entre dos potencias regionales, se puede decir que a Yemen llegó la pandemia, pero nada más.

A Yemen la esperanza de cambio, bueno, regular o malo, simplemente no llega.


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