25 de marzo de 2020

Covid-19 y la ausencia de los grandes

En esta entrada, Paula Ruiz, la directora de la Escuela de Relaciones Internacionales, cuestiona el papel de la cooperación y de las instituciones multilaterales, mundiales y regionales, para hacer frente a las crisis sanitaria, económica y política que está generando la propagación del COVID-19 por el mundo.

Paula Ruiz

Directora Escuela de Relaciones Internacionales de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Candidata a doctor por la Universidad Externado de Colombia y la Universidad de São Paulo, magister en derecho y relaciones internacionales y especialista en cooperación internacional.

@PaulaXRuizC | paula.ruiz@uexternado.edu.co

Todo comenzó con una infección respiratoria causada por el virus conocido como coronavirus en diciembre de 2019 (COVID-19) a kilómetros de nuestra región. Sin mayor atención, observábamos, como si de fichas de domino se tratará, como iba propagándose paulatinamente este virus entre los ciudadanos del mundo, porque no conoce de fronteras, raza, y mucho menos de afinidades políticas, ideológicas o religiosas. Algo que parecía tan ajeno y lejano a nosotros llegó a nuestras puertas y sin la certeza de hasta cuándo, ni de cómo superarlo, hemos tenido que adaptarnos a una realidad que nos atropella y nos asusta.

Lo más desconcertante de esto, es que ya va más allá de un problema de salud pública. Paulatinamente se vuelve una bola de nieve, que empieza a crecer y a afectar la estabilidad de la economía mundial y de la vida social y virtual como la conocemos.

Tal como lo señaló la secretaria ejecutiva de la Cepal Alicia Bárcena, América Latina corre el riesgo de ver un aumento significativo de los índices de desigualdad y de pobreza que van a agudizar las brechas ya existentes, algo inminentemente inevitable y que se empezará a presenciar a lo largo de este año.

Sin embargo, en un escenario menos pesimista, los efectos podrían manejarse de una forma distinta con acciones contundentes y decididas por parte de los mandatarios, pero no a partir de decisiones individuales y aisladas como se ha venido haciendo, sino de acciones conjuntas, que desde lo global aterricen en lo regional y sus resultados se vean en lo local. Ante lo cual, no queda sino preguntarse cuál ha sido el rol de las organizaciones internacionales.

Las respuestas desde la ONU

El multilateralismo esta pasando por lo que podría ser una de sus pruebas más duras de legitimidad. En momentos en los que el liderazgo de la ONU debería ser contundente, su secretario general Ántonio Guterres solo ha acertado en hacer un tardío llamado a los Estados miembros, a hacer un alto al fuego de todos los conflictos presentes, para poder enfrentar “juntos, a la verdadera lucha de nuestras vidas, el coronavirus”. Sin embargo, la respuesta a su solicitud no ha sido atendida, y por el contrario, el conflicto entre fuerzas sirias y turcas continua sin tregua agudizando de esta forma el problema de los refugiados sirios, hecho al que se suma el coronavirus.

Guterres ha optado por delegar la responsabilidad del manejo de la crisis del COVID-19 a la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el órgano encargado de la prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial. A la fecha, el director general Tedros Ghebreyesus ha hecho varios llamados a los gobiernos para tomar medidas conjuntas que permitan frenar el contagio, como por ejemplo, una cuarentena global. No obstante, los esfuerzos han sino inútiles ante la negativa de varios países que incluso reconocieron tardíamente el COVID-19 como una pandemia, casos de Estados Unidos y Brasil, o de otros que consideran que ya están superando la crisis por su cuenta y que su vida debe continuar, como China.

Aún así, la OMS, ha venido liderando acciones para la prevención del contagio y lo más importante, se ha convertido en un centro de información; que en tiempo real suministra datos relevantes sobre la evolución de la pandemia, así como de las medidas que se están aplicando en diferentes lugares del planeta que puedan servir de buenas prácticas y experiencias para otros. Otra de las acciones ha sido la creación del Fondo de Respuesta Solidaria a la COVID-19 con el propósito de recaudar fondos de particulares, empresas e instituciones para dotar de mayores recursos financieros a la organización, la cual en estos momentos requiere desde equipos de protección para personal sanitario, e implementos para laboratorios, hasta la tecnificación de los sistemas de vigilancia y compilación de datos a fin de acelerar investigaciones que posibiliten encontrar una vacuna (www.COVID19ResponseFund.org).

Reflexiones para América Latina

Según cifras publicadas por la Universidad Johns Hopkins (23 de marzo de 2020) el número de personas infectadas en América Latina ya asciende a más de seis mil siendo Brasil el que mayores casos presenta, seguido de Ecuador, Chile, Perú, México, Panamá, Colombia, Argentina, Uruguay, Costa Rica, Venezuela, Cuba, Bolivia y Paraguay (se recomienda ver diariamente la página web porque estas cifras son actualizadas frecuentemente https://coronavirus.jhu.edu/map.html).

Estas cifras, no sólo dejan al descubierto la falta de planeación ante algo que se veía venir, sino la falta de inversión y la tan marcada y creciente desigualdad que irónicamente caracteriza a una de las regiones más ricas en recursos y biodiversidad.

Gobiernos tanto de izquierda como de derecha, toman medidas impopulares que al largo plazo, en términos políticos les pasara factura, pero que al corto plazo de la asertividad de sus decisiones, pueden determinar cuántas vidas más podrán salvar. Sin embargo, tales decisiones requieren de una mayor coordinación, pues se han visto desconectadas unas de otras, y la cooperación y la solidaridad que tanto recalcan Guterres y Ghebreyesus no parecen verse reflejadas en sus acciones regionales. De nada sirve que el gobierno argentino, primero en cerrar sus fronteras y en declarar la cuarentena nacional, logré frenar el contagio si sus vecinos continúan sin actuar en la misma línea, caso de Brasil y Uruguay, que a la fecha de este artículo no han tomado la decisión.

Lo anterior carece de sentido, cuando desde el Foro de Progreso de América del Sur (Prosur) los gobiernos de Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú se comprometieron a aunar esfuerzos encaminados a compartir información, diagnósticos, prácticas, políticas y campañas de mitigación que puedan ayudar a contrarrestar el virus y a frenar su expansión, siendo fundamental su compromiso para evitar tomar medidas que afecten la circulación de bienes, en especial los relacionados con salud, así como cooperar para apoyar el retorno de nacionales de la región a sus países de residencia u origen dentro de los plazos que consideraran necesarios y en respeto a las decisiones soberanas de cada país.

Sin embargo, como bien dice el proverbio africano, si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado, este no parece ser el caso de los países de la región que se enfrentan al hecho de tener que coordinar sus acciones en materia sanitaria, de seguridad, de fronteras, transportes, y medidas migratorias.

Lo que si es cada vez más evidente es que el cierre de las fronteras, terrestres y aéreas en muchos países de la región, seguirán siendo esfuerzos descoordinados si los países no se alinean para tomar estas importantes y significativas decisiones en conjunto.

Mientras el mundo se enfrenta a una pandemia que cambia todos los días el modus operandi de individuos y sociedades enteras, nuestros mandatarios nadan en un mar de incertidumbre actuando solos y, cada día, con mayor improvisación. Este es el momento adecuado de sacar a relucir verdaderos liderazgos, de fortalecer el multilateralismo y de coordinar mecanismos regionales de acción, pero ninguno ha estado a la altura de las responsabilidades y de los acontecimientos, ¿cómo estar a la altura de las circunstancias?, ¿cómo entender que la solución esta en las manos de todos, pero que se requiere de liderazgos contundentes y decisivos?, amanecerá y veremos.

Referencias:


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